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11 de marzo de 2025

revistaalmas.com

Lee desde otra perspectiva

Una infancia agreste, sus entrañables recuerdos

“Mate cocido, pan casero, queso y miel”, como tantos objetos que atesora Liliana Raviol, docente y escritora de la atractiva Colonia Hocker.

En nuestra provincia de Entre Ríos, Departamento Colón, a 9 km de la Autovía Nacional 14, nos encontramos con Colonia Hocker, un poblado que nos deslumbró desde el momento que pisamos su tierra por vez primera, inigualable paisaje que fusiona belleza, colores y paz, una naturaleza que camina al ritmo de su gente, cordial, generosa, y por sobre todo, íntimamente unida a su pueblo, a su historia, a ese pequeño mundo que se originó a partir de la inmigración europea, conformada por personas que se comprometieron con el progreso del lugar, que jamás bajaron los brazos y que, junto a sus sucesores, fueron construyendo con esfuerzo y dedicación esta magnífica comunidad, que una vez más nos convoca.

Colonia Hocker, sosiego, luz y armonía, así nos recibía una de tantas mañanas que visitamos este lugar de ensueño.

En esta oportunidad, nos convoca la palabra de Liliana Raviol, docente, lectora, escritora, con una nostalgia que invade su ser y la ha llevado a atesorar vivencias y recuerdos, que celosamente guarda en un libro que hace mucho tiempo empezó a gestarse y hoy sale a la luz: “Mate cocido, pan casero, queso y miel”. ¡Cuánto encierran estos sustantivos para quienes tuvieron una infancia en conexión con el campo, para quienes en ese mágico espacio crecieron!

María Liliana Raviol es Profesora de Matemática, egresada del Profesorado de Matemática y Física de la Escuela Normal de Concepción del Uruguay. Trabajó en la Escuela Secundaria “Dr. Delio Panizza” de la localidad de Villa Clara, en la Escuela Agrotécnica “Justo José de Urquiza” de la ciudad de Villaguay, y en la Escuela “Bartolomé Mitre”, también de Villaguay.

Nos manifestaba con enorme satisfacción: “En estas escuelas encontré personas maravillosas, hospitalarias, me sentí como en mi casa; directivos y docentes buenísimos, con quienes mantengo hasta hoy comunicación”.

María Liliana Raviol, junto a su gente, en su amada Colonia Hocker, durante la presentación de su preciada obra, el día 16 de noviembre de 2024.

Mantuvimos una conversación amena y cordial con la Profesora Raviol, quien nos expresó que su inquietud por la escritura nació con ella misma, algo que relacionó con “una madre que siempre soñó con ser docente, una tía que devoraba cuanto libro llegaba a sus manos, las monjitas y maestras del Colegio ‘José Manuel Estrada’ de Villa Elisa”, ya que con solo seis y siete años, sus padres las enviaron, a ella y a su hermana mayor, a la casa de sus tías a esa ciudad para estudiar. Era algo habitual en las familias cuya vida transcurría en el campo el traslado de los hijos a la ciudad para desarrollar su escolaridad. En el caso de Liliana y su hermana, ellas lloraban mucho porque querían volver al campo, pero las condiciones no estaban dadas para ir muy seguido; en ese marco, Liliana se refugió en una biblioteca llena de libros; su hermana en cambio se resguardó en el taller de costura de una de las monjitas, que era chilena.

Decoración floral con elementos artesanales, en este caso en madera. Recordemos que Colonia Hocker cuenta con vecinos que se han dedicado al desarrollo de tareas de carpintería, herrería, etc.

Nos contaba Liliana:

-Allí devoré libros infantiles. Una docente, Fany Germanier, en séptimo, me inculcó el amor por los libros y el dibujo, aunque sería injusta con las demás docentes, que nos dieron todo. Y en el secundario, Eugenia, “Pichila”, me enseñó a amar las composiciones, narraciones y descripciones. Siempre escribí para actos, ceremonias, o solo para mí.-

Liliana Raviol vivió con mucha emoción el evento de presentación de su libro. Entre los asistentes destacados, sus compañeros de promoción de su apreciada e inolvidable escuela secundaria.

En esa charla tan agradable, le preguntamos a la Profesora Raviol por sus lecturas favoritas, y se inclinó por algunas obras de José Mauro de Vasconcelos, a quien considera su favorito, “Mi planta de naranja lima”, “Vamos a calentar el sol”; “Chico Carlo”, de la uruguaya Juana de Ibarbourou; “María”, del colombiano Jorge Isaacs; “Cuentos de la selva”, de Horacio Quiroga; “El diario de Ana Frank”. Y nos dimos cuenta de su preferencia por estas obras que constituyen también relatos y descripciones de infancias o adolescencias, de tono melancólico en la mayoría de los casos, al igual que en su “Mate cocido, pan casero, queso y miel”. Y ya mayor, Florencia Bonelli, Nora Roberts.

“Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca”.
 
(Jorge Luis Borges)

Respecto de su libro, nuestra primera inquietud estuvo relacionada con el título, tan original y colmado de nostalgia, a lo que Liliana nos respondió que había surgido escribiendo, ya que la ceremonia del mate cocido era algo muy arraigado en la colonia, en la casa de su abuela, en la chacra en épocas de siembra o de cosecha, por lo que le pareció adecuado y acorde al relato. Nos refería que aún permanecen en la casa, la que ella hoy habita, tazas, tazones, jarras, de aquellos años.

Como en todo acontecimiento significativo, no podía faltar la torta, con la portada del libro. Recordemos que la portada fue diseñada por Nelis María Raviol, artista plástica de la ciudad de Villa Elisa.

Hablamos también de su fuente de inspiración, y en ese punto Liliana nos mencionaba personas y situaciones muy caras a su pasado y a sus afectos, entre ellos, la tranquilidad del campo, y su tía Fermina con su prodigiosa memoria “que me hizo sentir que mi abuela María estaba entre nosotros y de quien yo tenía vagos recuerdos, con apenas tres años. Ella fue una mujer mágica, mi imaginación la percibe, vivo en su vieja casona de más de cien años, siento la presencia de Abuela María Constanza como una guía. Y me inspiré en mis padres, observándolos en sus tareas rurales; mi hermano Zoilo refrescó mi memoria con anécdotas divertidas; y mi abuela Adriana, que llenó mi infancia de dulzura”.

“Hay recuerdos que no voy a borrar,
personas que no voy a olvidar.
Hay aromas que me quiero llevar…”

 
(Fito Páez)

El tradicional sulky, antiguo medio de locomoción, que colma de recuerdos de épocas en que constituía una herramienta fundamental para el traslado de personas y objetos en el mundo rural.

Observamos en la producción de Liliana, tanto en la prosa como en el verso, esas magníficas descripciones, de personas, de lugares, de espacio, ese adjetivo tan cuidadosamente elegido, y quisimos saber cómo, con tanta precisión, pudo lograrlas. Y ella lo conectaba con lo gran observadora de la naturaleza que es, que al caminar iban surgiendo los relatos y al llegar a su casa los plasmaba sobre el papel. Y recuerda, agradecida, todo lo que sus maestras y profesores marcaron en ella, a quienes les debe todo lo que sabe sobre lectura y escritura.

Liliana Raviol junto a un grupo de profesores, con quienes había compartido las aulas de diferentes escuelas, y ese 16 de noviembre dijeron presente.

Imaginábamos que en algún momento aparecería esa Profesora de Matemática, pero de qué modo, al tratarse de una disciplina que nos hace pensar en exactitud y precisión. Y nos decía que “en todo momento”; nos explicaba que para entender la Matemática hay que leer mucho, que la Lengua ayuda enormemente en la comprensión de las situaciones problemáticas; que “los números, la geometría, son música a mis oídos, solo tengo que escucharlos”.

“Voy a escribir porque no puedo evitarlo”.
 
(Charlotte Brontë)

Felicidad plena, nostalgia, emoción, todas las sensaciones durante una jornada única e imborrable, cuando la autora pudo compartir su obra con sus seres queridos.

Y en la charla con quienes escriben, uno de nuestros interrogantes ha sido siempre si entre sus escritos hay alguno preferido. Y generalmente es así. En el caso de Liliana Raviol, “Mariposas y colibríes”, una parte dedicada a su hermana Adriana y a su sobrino Esteban, “mis ángeles que desde el Cielo dicen presente en momentos difíciles”.

¿Proyectos futuros? Siempre hay, en particular en una persona tan comprometida con todo lo que hace, tan dinámica y con mucha energía para afrontar lo que viene. Y aflora esa docente con intenciones de seguir acompañando en su educación a sobrinos y sobrinos nietos, por un lado; y por otro, seguir escribiendo, nos adelantaba que ya está en marcha, casi en su etapa final la “Segunda taza de Mate Cocido”.

A continuación, presentamos algunos textos que conforman este libro para que puedan disfrutarlos nuestros lectores.

En primer lugar, el escrito en prosa “El nido de amor…”, excelente descripción de cada instancia del arribo de los abuelos paternos a Colonia Hocker, y de la primera habitación que lograron construir, la que permanece, e invade de recuerdos cuando su puerta se abre.

“El nido de amor”, la sagrada vivienda que los abuelos Honorio Raviol y María Constanza Blanc construyeron a su llegada a la colonia, cuando ladrillo a ladrillo fueron sumando hasta finalizar la “pieza centenaria” que aún se conserva.
“El Nido de Amor”, una obra que aún permanece, y que cuando sus puertas se abren, “se respira olor a campo, a recuerdos, a niñez y a magia”.
La casa nueva de la familia, la que fue construida posteriormente y que permanece con estoicismo, con reminiscencias de un tiempo sublime.

También en prosa, “La mesa de madera”, caracterizada con mucha precisión en cuanto a forma, tamaño, materia prima; sin embargo lo que seduce a este texto es la subjetividad de la autora, ese tono emotivo y nostálgico que se apodera de ella durante toda su producción. Todo lo que significó para la familia reunirse junto a esa mesa, a compartir instantes únicos y a saborear las exquisiteces del momento, en un sentido; y en otro, un desfile de transeúntes que agobiados en su andar, requerían de un tiempo y un espacio para descansar y reponerse de su muchas veces extenso peregrinar. Porque era un deber en el hombre de campo albergar a cuanto viajero circulaba por la zona.

Al igual que varios autores regionales, Liliana Raviol elige la mesa familiar, símbolo de armónica comunión entre quienes en torno a ella se reunían.
“La mesa de madera”, antiguo mueble que perteneció a la familia Raviol-Blanc, que al igual que tantos muebles y objetos de ese hogar sagrado, ha sobrevivido al paso del tiempo y se halla aún en esa primera vivienda.

Y ahora los versos. Seleccionamos dos poemas, que brindan aspectos pormenorizados de elementos de uso doméstico, “La desnatadora” y “La económica”. Dos obras que hacen referencia a una tarea habitual en el campo y cuyo contenido se vincula directamente con el título del libro.

Las manos del hombre, el tacho lechero, la leche y la crema que se separan, los niños que ansiosos esperan junto al mate cocido y al pan casero, la siempre exquisita crema.
En la primera casa de los abuelos paternos, la vieja desnatadora, símbolo de un trabajo que en otros tiempos era cotidiano, y que hoy trae un sinfín de recuerdos.

“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida…”
 
(Isella – Tejada Gómez)

“La económica”, a través de innumerables sustantivos y adjetivos que la pintan en su integridad, y que en la expresión “Estufa perfecta” destaca otro aspecto de su generosa tarea, proteger a la familia en frías noches invernales.
Un nombre muy particular a un artefacto que elaboraba manjares diariamente, y que también hoy se encuentra resguardada en la antigua casa de los abuelos Raviol-Blanc.

“Mate cocido, pan casero, queso y miel”, una obra que ya desde el título nos atrapa, porque se trata de palabras que nos conducen a esa época dorada que fue la niñez en el campo, allí donde apacible transcurría la vida, a pesar de obstáculos que con frecuencia aparecían, con protagonistas que iniciaron un camino de trabajo, de lucha, con adultos comprometidos y con niños felices.

Y felizmente, esta hija de Colonia Hocker, eximia docente, apasionada por la historia y la cultura, con metas y convicciones claras hoy salió al rescate de ese pasado, de esa vida de la que ella también es parte, pero que ha empezado a escribirse muchos años antes de su nacimiento; y en esa búsqueda, estuvieron sus mayores que, providencialmente, la acompañaron.

Así, crónicas, relatos, anécdotas, recuerdos, se fueron hilvanando, y se tejió “Mate cocido, pan casero, queso y miel”. Hoy, año 2025, tenemos la certeza de que en esta excelente obra, escrita con tanta dedicación y amor, quedará guardada para siempre una porción de esa historia que entre tantos lugareños supieron construir.

Y aunque nosotros habitamos otro mundo y construimos otra historia, de repente es como si hubiésemos vivido un pedacito de la vida de Liliana, se debe esto a la magistral manera de narrar, de describir cada persona, cada lugar, cada objeto, de su pequeño gran universo.

Nos queda agradecer infinitamente a Liliana, por su cálida atención y generosidad, puestas de manifiesto en la charla, que afortunadamente se tornó interminable, y en la entrega de material para la elaboración del artículo.

Texto y selección de fotografías: Prof. Nélida Claudina Delfin