Un reducido número de habitantes con una grandiosa responsabilidad

Rocamora es una ciudad que se encuentra en el Departamento Uruguay, Provincia de Entre Ríos, a 75 km, aproximadamente, de la ciudad cabecera, Concepción del Uruguay. Se accede a ella por la Ruta Provincial 39. Lleva este nombre por la estación del ferrocarril, en homenaje a Tomás de Rocamora, quien desarrolló una enorme tarea social, económica y militar desde que le fue encomendada, en 1782, la construcción de villas en los cinco partidos: Gualeguay, Arroyo de la China, Gualeguaychú, Nogoyá y La Bajada.
Hay hombres que caminan por las calles
Con un sol en la frente, un diamante de luz,
Con hambre de otra vida, con aire de combate…
(Hamlet Lima Quintana, “Los libres”)

Para conocer aspectos inherentes a la fundación de esta ciudad, acudimos a la obra “Rocamora. 100 años de historia de mi pueblo”, de Carlos Pastor Buet, quien en la introducción cuenta que mucho de lo que escribió fue escuchado de relatos de su abuelo Pedro; cosas que había vivido, y cosas que le había contado su padre, Juan María.

Seis años habían transcurrido desde el asesinato al Gral. Urquiza, en 1876, cuando el entonces Gobernador de la Provincia Ramón Febre decidió entregarles a los soldados que habían quedado en estado de desamparo tierras para que las trabajasen.
Era el destinatario del Rincón del Calá el Sr. Eustaquio Medina, quien aceptó el pedido del Gobernador, sin solicitar retribución alguna. Recordemos que el Campamento Calá había sido el centro de operaciones militares que Urquiza convirtió en cuartel a partir de 1846. En una próxima edición abordaremos específicamente este tema.

La Colonia fue fundada con el nombre de Rocamora. La división del campo en pequeñas propiedades atrajo a muchas personas que vieron posible el hecho de tener tierras en propiedad. Y así, con cierta rapidez, las chacras contaron con nuevos dueños, inmigrantes europeos que enseguida iniciaron tareas agrícolas. Algunos apellidos de los primeros colonos: Almada, Argerich, Quirno, Carricaburo, Cabanne, Velázquez, Domé, Álvarez, Laje, entre otros.
¡Recia tierra de Entre Ríos que en la selva montielera
Tiene nidos de palomas y bravuras de jaguar
la que supo con Ramírez y su hueste montonera
defender con toda el alma su preciosa libertad!
(Celia Pellenc, “Tierras entrerrianas”)

Fueron los principios muy difíciles para los colonos -nos refería en su obra el Sr. Carlos Buet-. Los trabajos eran rudimentarios, no había máquinas, lo hacían con tracción a bueyes; el trigo era cortado a mano, y el procedimiento para obtener el trigo limpio se realizaba con los pocos elementos que en ese momento había.

Además, se presentaban obstáculos, como los relacionados con la comercialización de los productos; las inclemencias del tiempo; las plagas, como garrapatas en la cría de ganado; y la aparición de las langostas, que devoraban todo, sembrados, verduras, hortalizas, hojas de los árboles.

Como en cada pueblo del interior de la provincia, en la década del 80, la llegada del ferrocarril trajo de la mano el progreso, se efectuó el trazado de las vías férreas y la construcción de una estación, que se concretó en 1890, y fue uno de los primeros jefes el Sr. Miguel León, oriundo de Concepción del Uruguay.

Por los caminos de acero,
Con leña, trigo o carbón,
Llevó sus trenes cargueros
De uno a otro rincón…
(Víctor Seri, “Coplas a mi abuelo maquinista”)
El Sr. Carricaburo prestaba el servicio de paradas de diligencias y carretas, sobre el camino a las ciudades de Rosario del Tala y Villaguay; y el Sr. Etchegorry instaló un almacén en la esquina de su chacra.

A medida que el tiempo fue transcurriendo, Colonia Rocamora fue creciendo, se sumaron vecinos, a partir de la venta de pequeños lotes alrededor de la estación, la que fue adquiriendo un gran protagonismo, en particular desde la presencia del tren de pasajeros. Se inauguró una comisaría; y surgieron la herrería, la carnicería y otros oficios. Se fueron creando las instituciones, la escuela, la iglesia.

Para el siglo XX, nuevos pobladores fueron arribando. En un principio pertenecían todos a la iglesia católica; pero más adelante lo hicieron personas no católicas, seguidores de Lutero, y de otras religiones. Entre ellos, familias Bonin, Buet, Ramat, Silva, Müller, López, González, Eritier, Treise, Schwuin, Grasoski, Churrearán.
Se dedicaban muchos de ellos a la ganadería, y a la cría de aves de corral. Las huertas familiares predominaban en la colonia, y no solo por consumo familiar, sino también, en algunos casos, comercializando los productos.
Este campo sin tregua endurecido
que rompe el ala vieja del arado
y este ondulante verde suavizado
de trigo en fruto; hijo preferido
del labriego en el tiempo madurado,
pan amigable, bueno y bendecido
en el futuro para el que haya hundido
sus manos en la tierra…
(Galo Zaragoza, “Paisaje subjetivo”)

Con los años, aparecieron las maquinarias agrícolas, la segadora que alivió el corte a mano; y la trilladora, que funcionaba con motor a vapor. La mercadería era trasladada en carros tirados por caballos hasta la estación, para ser embarcada en el tren.
“Todo está en el ayer como si fuera un cuento.
‘La trilladora’ llámase y no tiene regreso.
Dormía nueve meses y despertaba al décimo.
Iba de parva en parva desde noviembre a enero…
¡Qué dulce era su canto de sirena, a lo lejos!
Enamoraba al hombre e invitaba al ensueño.
Se perdió en la llanura con su motor de fuego,
Su vagón, su casilla, su carrito aguatero…”
(José Pedroni, “La trilladora”)
Hacia finales de la década del 30, se dio comienzo a la siembra de arroz. El primero que lo hizo fue un integrante de la familia Etchegorry, con determinados contratiempos al principio, como lo fue la falta de agua; sin embargo, este emprendedor lo resolvió sacando agua del Arroyo Calá, con bombas centrífugas muy rudimentarias; más tarde, ya con los beneficios de los avances tecnológicos, el Sr. Etchegorry incursionó en la siembra de otros cereales. Su empresa fue una gran fuente de trabajo por mucho tiempo, hasta su quiebre en la década del 50. Otros productores de arroz: Logman, Treise, Jauck, Hornus.
El presente de Colonia Rocamora

Pudimos establecer una comunicación con el Sr. Rubén Bonin, Presidente de la Comuna de Rocamora, quien nos manifestaba que actualmente el ejido de Rocamora cuenta con, aproximadamente, 700 habitantes. Por esta cantidad de habitantes, la localidad constituye una Comuna de Segunda Categoría, según lo establece la Ley de Régimen Comunal de la Legislatura de la Provincia de Entre Ríos. El Consejo Comunal se conforma con un Presidente, un Secretario y un Tesorero. Años antes una Junta de Gobierno tenía la responsabilidad de administrar esta población.

Diversas actividades en beneficio de la comunidad son planificadas por la Comuna, entre ellas, un ballet comunal, clases de apoyo escolar para el nivel primario y para el secundario, talleres de deportes para chicos.

Capilla San Pedro
Nos conectamos con la Sra. Juana Margarita Ramat, quien gentilmente nos brindó referencias sobre la Capilla San Pedro; además recabamos información en la mencionada obra “Rocamora. 100 años de historia de mi pueblo”, del Sr. Carlos Pastor Buet.
Nos refería la Sra. Ramat que, por relatos de vecinos, las primeras celebraciones se realizaban en sus casas, mientras se concretaba la construcción del templo, sobre un terreno que había donado el Sr. Anselmo Etchegorry, sobre la calle central del poblado. La primera comisión se reunió en septiembre de 1914, pero fue un poco más tarde cuando se decidió el inicio de la obra.

Respecto de la colocación de la piedra fundamental, descubrimos dos fechas, con muy poca diferencia de tiempo entre una y otra, según las fuentes consultadas. No olvidemos que han pasado muchos años y que, particularmente en poblados pequeños, hay muy poca información sobre algunos acontecimientos. El material elaborado a raíz del 125° aniversario de la localidad -año 2001-, que generosamente nos ofreció la Sra. Ramat, menciona el año 1914; y el libro de Carlos Buet, 1918.

A través de donaciones y actividades benéficas, se fue recaudando el dinero para cubrir los gastos de la edificación. Durante la década del 20, se produjo la inauguración de la Capilla. Y en 1937, se consagró a San Pedro Patrono de Rocamora.

Hoy, la celebración de la Misa se realiza cada 15 días; y en fechas especiales, como el Día del Santo Patrono, el 29 de junio. Ese día también se efectúa una Procesión por las calles de la localidad; y un grupo de niños recibe el Sacramento de la Confirmación. Además, la Capilla celebra Bautismos y Comuniones; y participa en encuentros que organiza la Diócesis de Gualeguaychú, ciudad de la que Rocamora dista unos 100 km, estimativamente.

La comisión actual está integrado por: Raúl Van Bredam, Miguel Ramat, Gilda López, Alfredo Davadié, Juana Ramat.
“La paciencia y la diligencia, como la fe, eliminan las montañas”.
(William Penn)
Iglesia Evangélica Luterana “Santa Trinidad”
La presencia de la Iglesia Evangélica Luterana nos conduce a la década del 60, cuando Colonia Rocamora y la región contaban con un número importante de fieles que requerían de un espacio para las celebraciones -nos explicaba la Sra. Ofelia Schild, quien cordialmente dialogó con nosotros sobre esta entidad religiosa-.

El Sr. Oscar Jauk, generosamente, ofreció su casa para la realización de los cultos a cargo del Pastor. Y él mismo fue quien donó el terreno donde años más tarde se construyó la iglesia. La edificación estuvo dirigida por los Sres. Enrique Müller y Ricardo Treise, quienes recibieron la ayuda de muchísimas personas que se acercaban a colaborar.

El 18 de octubre de 1964 fue inaugurado el templo, con la presencia de una importante cantidad de fieles que participaron de un culto especial, seguido de un almuerzo al que asistieron 700 personas, aproximadamente. Era Pastor en ese momento Víctor Karsht. La primera comisión estuvo integrada por:
Presidente: Alejandro Treise
Vicepresidente: Alejandro Hornus.
Secretario: Oscar Jauk.
Vocal: Enrique Jauk.
Encuentros y cultos se siguen concretando hasta hoy. El pasado año 2024, la Iglesia Luterana cumplió 60 años y se celebró con mucha fe y alegría.

Escuela N° 23 “Alejo Peyret”
Hacia principios del siglo XX, Rocamora ya contaba con un importante número de habitantes, por lo que se había decidido dictar clases de nivel primario en viviendas particulares. Acudimos, una vez más, al autor Carlos Buet, por medio de su libro “Rocamora”, que presenta un capítulo dedicado a la historia de esta institución educativa.
En el año 1912, se inauguró el edificio escolar. Era en ese momento su directora la Docente Ana Maggi.

Esta institución lleva el nombre de “Alejo Peyret”, en reconocimiento al administrador y director de la Colonia San José, designado por el presidente Justo José de Urquiza el 11 de julio de 1857. De esta localidad procedían en ese tiempo varios colonos.

Fueron promotores de la construcción de la escuela los Sres. Pedro Carricaburo, que fue quien había donado el terreno; Anselmo Etchegorre, Pedro Buet y Pedro Almada, entre otros. También, una comisión de damas colaboró entusiastamente en este proyecto que beneficiaría a tantos niños de la comunidad y zonas vecinas.

Cabe destacar el enorme compromiso de muchos hombres que fueron formando parte de la Asociación Cooperadora, que con gran esfuerzo fueron resolviendo problemas para alcanzar el bienestar de docentes y alumnos.
Actualmente, la Escuela N° 23 se encuentra enmarcada en el Proyecto de Mejora e Inclusión en la Educación Primaria, «Escuelas NINA», que incorpora la Doble Jornada escolar, con el fin de contemplar espacios de Acompañamiento al Estudio, Lengua Extranjera, y Talleres relacionados con deportes, vida en la naturaleza, diferentes manifestaciones artísticas, entre otros.
Para finalizar…
Colonia Rocamora ha sido escenario de relevantes acontecimientos históricos, provinciales y nacionales, que su gente transmite con pasión y responsabilidad; pero su compromiso no termina ahí, porque estos habitantes de hoy, al igual que aquellos primeros soldados que habían quedado sin recursos, y que aquellos primeros colonos que se dedicaron a labrar la tierra, han luchado por el crecimiento del lugar, por la superación de cada obstáculo que en su camino se interponía, por la creación de instituciones, fundamentales para una sociedad organizada, por la incorporación de nuevos recursos para el trabajo, nuevas construcciones. Y al hablar con los rocamorenses, pudimos entender que ese empeño y dedicación se sostiene en cada jornada, ante cada tarea, aunque ello implique nuevos desafíos, están ellos ahí, para afrontarlos, con el mismo impulso, con el mismo anhelo.

Agradecimientos:
Al Sr. Presidente de la Comuna, Rubén Bonin, por su atención y ayuda; a la Sra. Juana Ramat, por toda la información que gentilmente nos entregó; a la Sra. Ofelia Schild, que nos aportó información sobre la Iglesia Luterana; a la Sra. Gladys Hornus y a la Sra. María Elena Dabadie, por su atención y colaboración. Y un reconocimiento al Sr. Carlos Pastor Buet, autor del libro “Rocamora. 100 años de historia de mi pueblo”, que en una prosa amena y apacible, refleja todo su compromiso y todo su sentir por Rocamora, su lugar.
Texto y selección de fotografías: Prof. Nélida Claudina Delfin
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