La síntesis y las mejores frases de “Los ojos del perro siberiano”
Así empieza la obra de Antonio de Santa Ana, una novela corta que atrapa a los preadolescentes y adolescentes, pero también los adultos pueden leerla con interés y compartir con sus hijos una charla sobre los personajes y sus acciones. El narrador, un niño de diez años cuenta en primera persona, y en una noche, sobre sus relaciones familiares desde que tiene memoria. Al principio, toda la descripción tanto de la casa como de la convivencia familiar reflejan la falta de diálogo y de demostraciones de cariño hacia el niño. También evidencian la frialdad del padre, el temor y la obediencia con la que respondía no solamente el chico, sino también su madre.
Luego, el relato sobre las relaciones sociales enmarcan la elite en la que se movían, y en la que “el qué dirán” resultaba de más peso que los sentimientos de cada uno de los integrantes de la familia al momento de tomar decisiones.
Se refiere después a la relación con su amigo Mariano, muy estrecha desde la infancia porque sus familias eran amigas.
Recuerda el momento en el que su hermano Ezequiel se fue de la casa, hecho sobre el que unos años después conoce el motivo por averiguaciones de su amigo Mariano. La novia de su hermano había quedado embarazada y, tras hacerla abortar, el padre de la chica reclamó que se casaran. Por eso decidió marcharse del hogar al no aceptar esta exigencia.
Pasado el tiempo, un día, cuando volvía de la escuela escuchó a sus padres y a su hermano en el despacho, entró y vio a su madre llorando. Pero a él lo mandaron su cuarto y no pudo saber el motivo que originó la situación.
El ambiente en su casa era terrible pero no pudo descubrir el porqué. Decidió entonces averiguar dónde vivía su hermano y preguntárselo directamente. Viajó hasta la casa de él.
Se encontró con Ezequiel. Luego de la sorpresa por su presencia, el hermano le contó cómo obtuvo a su perra siberiana, Sacha.
También le explicó que a los perros de raza impuros los matan para conservar la pureza de la raza, relato que impresionó al protagonista. En esta parte, el tema de la discriminación es abordado con claros ejemplos y sobre todo con explicación sobre el porqué la gente discrimina.
Le preguntó, inmediatamente después, porqué los padres se enojaron con él.
“—Porque tengo SIDA— contestó”.
Cuando le preguntó cómo se había contagiado, su hermano se enojó. Entre otras cosas, le dijo que lo único que importaba era que se iba a morir, y que en el tiempo que viviera no podría llevar una vida normal.
Describe, después, toda la confusión con la que regresa a su casa y cómo la película “Tarzán en New York” que decide ver, refleja su estado emocional.
“Lo que importa es que yo me sentía como Tarzán en el puente. Desnudo y rodeado de cosas que no entendía”.
Tiene una angustiante pesadilla por dos años.
“Un viajero sediento camina por el desierto, ve la sombra de un ave de rapiña, pero no al ave. Si mira hacia el cielo el sol lo ciega. Sólo ve la sombra amenazante haciendo círculos cada vez más cerrados, cada vez más cerca”.
El viajero es alguien necesitado de diálogo y el desierto la soledad que impide la comunicación con otros, las aves de rapiña representan un peligro inminente, es decir la muerte de su hermano y los círculos que se cierran, el poco tiempo que queda.
Aparece la relación con la abuela con la que el nexo es evidentemente más abierto. Su abuela no perdió el contacto con Ezequiel y sostiene el diálogo con los dos nietos. Por eso decide preguntarle si va a seguir visitando a su hermano. A lo que el niño responde que entre ellos hay un abismo. La abuela le da una respuesta que le servirá para pensarlo.
Luego vuelve a describir su estado emocional y hace referencia a los libros que le regalaban para sus cumpleaños y cómo los adultos eligen para los chicos los mismos títulos que a ellos les compraron cuando eran niños. No observan que a veces no resisten el paso del tiempo.
La reflexión que realiza cuando decide ir a una librería a comprarse un libro es muy interesante para su análisis.
“…sospecho que uno se hace lector para completar lo inacabado. Para completarse”.
Pero al no encontrar a la habitual vendedora, que lo conocía, la que lo había hecho lector y que le recomendaba libros según su estado de ánimo, decidió marcharse. Continúo atormentado por los recuerdos de la infancia, cuando su hermano le cantaba canciones infantiles y por el ave de rapiña, la muerte que se aproximaba.
Días después, finalizando la fiesta de cumpleaños, llegó Ezequiel con un compact disc de regalo y le dijo que se llamaba “Hermanos abrazados”, una señal para retomar el diálogo.
Luego, a partir del hecho de que su hermano sea un misterio, analiza este término basado en un libro que leyó a los 17 años.
Ese día Ezequiel lo invitó a ir a ver un partido de fútbol, a lo que su padre, por supuesto se oponía porque no quería que existiera relación entre los hermanos. Pero él insistió hasta las lágrimas y obtuvo el permiso. Aunque la frase final de su padre fue bastante hiriente.
Fueron finalmente a la cancha y la conexión entre los hermanos se hizo más fuerte. El niño disfrutó hasta las lágrimas.
En un momento cerré los ojos para poder sentirlo todo sólo con el cuerpo, sin la mirada que siempre influye en las sensaciones. Los gritos y el cemento vibrando bajo mis pies.
Después del partido su hermano lo llevó a su casa y más tarde su padre le dio un sermón que lo hizo llorar porque, entre otras cosas, le prohibió volver a salir con Ezequiel.
“…desde ese momento iríamos juntos a la cancha cada vez que yo quisiera, obviamente a platea, que es donde va la gente decente y no a la tribuna popular, como habíamos ido Ezequiel y yo, que es a dónde van los vándalos”.
A partir de ese día sus sentimientos hacia su padre cambiaron, ya no lo veía como antes, no lo soportaba, sentía dolor. No lo odiaba, pero era un sentimiento sumamente confuso.
Quiso hablar sobre Ezequiel con su madre, pero ella le respondió:
“—Hay cosas de las que es mejor no hablar”.
Un día su hermano llegó a la casa a almorzar para sorpresa del niño. Se sentía feliz de verlo pero profundamente infeliz de vivir con sus padres. Sobre todo descubrir la falsedad de ellos. Los adultos y sus dobles discursos que terminan socavando la autoridad moral con la que ya no podrán pararse frente a sus hijos para darles un consejo.
“Sé muy bien que la mesa familiar no es el ámbito más indicado para hablar ciertos temas, pero mi familia me parecía tremendamente hipócrita. Nunca se mencionaba a Ezequiel y cuando se lo hacía, lo he dicho, la mención de su nombre producía chispas. Algunos meses atrás mi madre lloraba por él, mi padre estaba indignado. Y lo peor de todo, al menos para mí, era que me habían prohibido terminantemente verlo. Y ahí estábamos los cuatro charlando de banalidades. De las fiestas y de las vacaciones”.
Después de eso, tuvieron una charla y su hermano le explicó que después de todo eran sus padres, que había vivido bien junto a ellos y que entendía sus miedos.
Así se aclaró su panorama. Se sentía mejor. Pero Un día se reunió con su amigo Mariano y entre charlas confidentes le contó que su hermano tenía SIDA. A partir de ese día su amigo nunca más fue a su casa. Aparece aquí el tema de la decepción en relación con la amistad, la fragilidad de las relaciones. Su amigo se fue de vacaciones y el pasó las suyas con su hermano y fue feliz. Pero al regreso escolar su amigo se distanció por completo de él.
“El era el hermano del sidoso”.
Por esta razón, decidió cambiarse de escuela. Eligió una que estaba cerca de la casa de su hermano. La ruptura de la amistad con Mariano le dejó el miedo de volver a tener otros amigos. Ezequiel , tiempo después, enfermó y se deterioró. Pero siguieron manteniendo la relación entrañable de buenos hermanos. En una de las conversaciones le contó porqué le gustaban los ojos del perro, y allí se explica el porqué del título de la novela.
“—Uno de los motivos porque quiero tanto a este perro es por sus ojos. Desde que estoy enfermo la gente me mira de distintas maneras. En los ojos de algunos veo temor, en los de otros intolerancia. En los de la abuela veo lástima. En los de papá enojo y vergüenza. En los de mamá miedo y reproche. En tus ojos curiosidad y misterio, a menos que creas que mi enfermedad no tiene nada que ver con que estemos juntos en este momento. Los únicos ojos que me miran igual, en los únicos ojos que me veo como soy, no importa si estoy sano o enfermo, es en los ojos de mi perro. En los ojos de Sacha.”
Disfrutaban el estar juntos. Siguieron compartiendo y conociéndose mientras la enfermedad avanzaba. Le sorprendía que su hermano aún enterado de que iba a morir quisiera aprender a tocar el chelo.
“Mira, lo único cierto que sabemos todos de la vida es que nos vamos a morir. Y lo único incierto es el momento. Digamos que al enterarme que lo incierto avanza sobre lo cierto, me propuse no morirme hasta no poder tocar la Suite No. 1 en Sol mayor de Bach”.
La vida es hoy, el presente. Y mientras se deterioraba cada día la salud de Ezequiel la relación se hizo intensa entre los hermanos, entre libros, música y frases compartidas.
“—El SIDA es como una tormenta, nadie quiere sacar la cabeza para ver qué hay afuera”.
Cuando el protagonista cuenta su miedo al rechazo de una chica Ezequiel le dice:
“—Miedo al rechazo…Hermanito, voy a decirte algo, tal vez lo único que aprendí en mi corta vida. Si la cuerda no fuera delgada, no tendría gracia caminar por ella”.
Acompañó a su hermano en la agonía y vivió con dolor ante la indiferencia de los padres que no lo acompañaron en el momento de su muerte. Sólo él y su abuela estuvieron presentes.
Es una historia muy aconsejable para leer entre padres y adolescentes. El valor de la familia y la importancia de una mirada desde lo emocional del personaje para replantearnos los valores que tenemos y el orden en que los ubicamos.
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