
Con la finalidad de seguir conociendo nuestra provincia, Entre Ríos, su historia, su geografía, su cultura, su gente, visitamos el Departamento Uruguay, concretamente, la localidad de Rocamora, la que presentamos en nuestro artículo anterior.
Al oeste del Departamento Uruguay, a escasos km de la zona urbana de la localidad de Rocamora, donde confluyen el Río Gualeguay y el Arroyo Calá, se estableció el Campamento Calá, centro de operaciones militares desde principios del Siglo XIX, espacio de preparación de las tropas que combatirían en distintos sucesos históricos nacionales.

Para elaborar este escrito, acudimos a la obra “Rincón del Calá. Una historia dormida”, de Carlos Pastor Buet, reconocido autor comprometido con la investigación y difusión de hechos históricos relacionados con esta región.
Además, trabajamos con material que hemos descubierto en algunas páginas: https://www.entrerios.gov.ar/cultura/; https://concepcionhistoriayturismo.com/ .

“El paisaje es memoria. Más allá de sus límites, el paisaje sostiene las huellas del pasado…”
Respecto de antiguos pobladores, el autor Carlos Buet explica que no consta la presencia de asentamientos de nativos que circulaban por ese rincón. Estos nómades eran los Charrúas; y hace referencias a una leyenda, que dio el nombre al Arroyo Calá. Era este el nombre del hijo de un cacique que desapareció en las aguas del arroyo, su cuerpo nunca fue encontrado, y hay quienes dicen que desde entonces por las noches se escucha una voz que repite «Calá, Calá, Calá».

Rincón del Calá fue ocupado, en primer lugar, por Francisco Ramírez, quien ahí reunió una tropa de soldados que enfrentaría, en la zona de Gualeguaychú, a los hombres que desde Buenos Aires enviaba el Gral. Montes de Oca. Durante su estadía en este lugar, Ramírez había sido visitado por un joven que, años más tarde, también eligió el Rincón del Calá para armar su ejército, el que intentaría derrotar a Juan Manuel de Rosas. Se trataba de Justo José de Urquiza. Corría el año 1818.
Es Entre Ríos, escenario geográfico
Forjador de sueños de autonomías.
Tierra de historia; de la Historia Grande,
Aquí: el guerrero, el estadista, el Federal;
El General Francisco Ramírez
Galopando la historia en Unión y Libertad.
Aquí el General Justo José de Urquiza
Redentor de: Constitución, Cultura, Progreso, Libertad.
(María Luisa Zaffaroni, “Entre Ríos”)

Un análisis exhaustivo de Carlos Buet nos indica que este lugar era “estratégico para un ejército de la época”, por su ubicación no tan cercana a ríos navegables, por donde podría recibir un ataque; pero con distancias más o menos equidistantes de importantes localidades como Concepción del Uruguay, Gualeguaychú, Concordia, Bajada del Paraná. También, la posibilidad de obtener suficiente agua y alimento para los caballos, y para las reses, que constituían el alimento de toda la población.

En el año 1846, Urquiza y su ejército se instalaron en el Rincón del Calá, y desde allí, el General organizó la batalla contra el poder central de Juan Manuel de Rosas, convencido de que era la única opción ante desavenencias con esta gestión; cuando le habían otorgado los poderes sobre el puerto y las relaciones exteriores, y este no había cumplido.

El ejército estaba compuesto, en un principio, por unos 6000 soldados, que ocupaban una superficie de 100 hectáreas, aproximadamente, entre sus habitaciones, el espacio destinado a los caballos, y las instalaciones del batallón. Al finalizar la etapa de crecimiento, el número de soldados ascendió a 23000, que eran los que partirían a Buenos Aires.

Los oficiales enseñaban a los soldados todo lo inherente al manejo de armas; además, a leer y a escribir a quienes aún no habían aprendido. Al no contar con elementos necesarios, practicaban la escritura sobre el suelo de tierra, con un palito.
Urquiza instaló el cuartel general en el centro del campamento; e hizo construir piezas de adobe y techo de paja para sus habitaciones y oficina, estado mayor, comisaría, sala de armas, hospital, herrería, casa para los jefes y el capellán, polvorines, además de barracas, jabonería, panadería, pulpería, etc.

Con respecto al agua, para consumo e higiene se utilizaba la del arroyo; para estar más cerca, el Campamento se extendía a lo largo de este cauce de agua. Las lluvias intensas solían traer complicaciones, tanto para tareas como la faena de animales y el reparto de la carne, el traslado de mercaderías, como para transitar por diversos caminos. La crecida del arroyo constituía también un problema, ya que no había puentes para cruzar de un lado a otro.

El polvorín era el espacio destinado al almacenamiento de la pólvora, para el que se construyó un sótano de aproximadamente tres metros de profundidad, por cuatro metros de ancho, y unos ocho de largo, cubierto por una bóveda de ladrillos. En este recinto, la pólvora se mantenía uniforme en cuanto a su temperatura, y se conservaba así este elemento vital para todas las armas de fuego.

El camposanto fue ubicado, primeramente, a unos 200 metros de donde más tarde se edificaría el Polvorín; en ese sitio fueron sepultados los primeros muertos. Pero luego debió ser descartado, cuando una lluvia imponente derivó en la crecida del arroyo y la consecuente inundación del lugar. Las siguientes sepulturas se harían donde hoy se encuentra el portón de entrada al cementerio.
Patria es la selva, es el oscuro nido,
La cruz del cementerio abandonado,
La voz de los clarines que ha rasgado
Con su flecha de bronce nuestro oído…
(Leopoldo Díaz, “Patria”)

Cuando el Ejército Grande partió hacia Buenos Aires, el número de habitantes del Campamento Calá se redujo considerablemente, razón por la cual también se redujeron las sepulturas. Y a partir del asesinato de Urquiza, que implicó un tremendo golpe para los lugareños, al destruir todo lo que servía para el ejército, para que no fuera tomado por los asesinos, todo entró en un estado de abandono. Sin embargo, los pocos soldados que ahí permanecían, junto a sus familias, y algunas personas que habitaban los alrededores, tenían la necesidad de enterrar a sus difuntos en ese solitario cementerio, que parecía que se negaba a desaparecer.

La sangre de los hermanos
Que amamos y ya no están…
De nuestros muertos queridos
Que nunca nos dejarán
De los que dieron la vida
Porque amaron de verdad…
Los que eligieron morirse
Por no saber traicionar…
Los que encontraron la muerte
Buscando la libertad…
(Julián Zini, “Compadre, ¿qué tiene el vino?”)
Seis años más tarde del fallecimiento del Gral. Urquiza, cuando Colonia Rocamora fue fundada, sus nuevos vecinos, inmigrantes muchos de ellos, tuvieron también la necesidad de sepultar a sus seres queridos fallecidos, por lo que comenzaron a trabajar por la conservación y el cuidado del cementerio.

El Campamento Calá, luego de la Batalla de Caseros, que culminó con la victoria del Ejército Grande, tenía novedades, entre ellas que el Gral. Justo José de Urquiza ya no viviría ahí, que los soldados se iban desconcentrando y quedaba un número reducido en comparación con lo que había sido antes de viajar a Buenos Aires. Se daría inicio a la nueva misión, un cuartel escuela de la República, lugar elegido por algunas familias para que estudiaran sus hijos. Un período de calma, solo interrumpido por la convocatoria de soldados para que participaran en la Batalla de Cepeda. Continuaron posteriormente las convocatorias, para Pavón primero, y para la Guerra con el Paraguay después.

Años más tarde, Urquiza asignó tierras en el área del Arroyo Calá, para su explotación, a Manuel Basavilbaso, al igual que a Eustaquio Medina, colaborador en épocas del cuartel. Y así, en un clima apacible, el Campamento llegó a 1870, cuando se produjo el asesinato del General Urquiza en el Palacio San José. Los soldados que aún permanecían en el Rincón del Calá quedaron prácticamente a la deriva, fue ahí cuando el Gobernador Febre decidió otorgarles terrenos para que pudieran asentarse. Con estos acontecimientos surgió Colonia Rocamora.

Solo un pequeño espacio de lo que había sido el Campamento Calá permaneció. Se retiraron varios elementos del cuartel, entre ellos materiales de las antiguas construcciones, que fueron vendidos. Un cañón de fundición de unos 200 kilos, que había surgido durante el desmantelamiento de estas edificaciones, fue llevado a una chacra donde terminó abandonado, hasta que fue rescatado, puesto en valor y ubicado frente al monumento al Gral. Urquiza. En determinado momento, un hombre, cuyos padres eran rocamorenses, le fabricó una cureña.

Pasaron muchos años y, por circunstancias diversas, este lugar permaneció en estado de abandono, hasta que hace una década, más o menos, un grupo de personas entendió que la puesta en valor de este sitio histórico tan importante era el mejor proyecto. Y así, se trazó un sendero con el fin de que todos pudiesen caminar seguros y disfrutar de un espacio colmado de historia argentina. En cuanto a los restos del Polvorín, se construyó un techo para su protección. Nació así la Asociación Amigos del Campamento Calá. El Profesor Gastón Buet es actualmente su presidente.
Yo me quedé en mi pueblo
En el aire de Entre Ríos
En ese pago tan mío
Como el suyo lo es de usted.
(José Ramírez, “Mi Pueblo Entrerriano”)

Hoy Calá es un predio que puede ser visitado en cualquier momento. Se realizan visitas guiadas, para que el público en general, delegaciones escolares y contingentes de turistas tengan la opción de conocer un fragmento relevante de nuestra historia. Además, se ha hecho hincapié en la conservación del monte y especies de vegetación nativa, y de la fauna autóctona.
La Asociación Amigos del Campamento Calá está presente en las redes sociales Facebook e Instagram, para comunicarse por visitas o por cualquier inquietud.

El martillo y el hacha carguemos
«y decidan la acción nuevos bríos
para hacer de la heroíca Entre Ríos
«la Entre Ríos que Urquiza soñó».
(Isidoro Rossi, “Marcha de Entre Ríos”)

Para finalizar, queremos destacar el trabajo intenso de esta Asociación, que demuestra un gran compromiso con la historia de nuestra nación, puesto de manifiesto en la exploración, recuperación y conservación de este espacio tan significativo desde el cual hombres de otros tiempos, pero con el mismo compromiso, han luchado con valor, osadía, y con convicciones claras, por ideales que beneficiarían a la patria.
Texto y selección de fotografías: Prof. Nélida Claudina Delfin





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