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14 de octubre de 2025

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“Almacén Ridruejo”, protector del patrimonio rural paceño

En Distrito Alcaraz, cada rincón de un pasado inolvidable

Almacén Ridruejo”, desde 1933 hasta hoy no ha detenido su marcha, ni adversas circunstancias han impedido que abriera día a día, desde las primeras horas de la mañana hasta la noche, sus puertas.

En nuestro recorrido por la Provincia de Entre Ríos, cuando viajamos a Colonia Avigdor, en un contingente que coordina el Licenciado en Turismo Roberto Jara, en el marco de su Proyecto “Secretos de Entre Ríos”, que se concretó el día 14 de junio pasado, visitamos en el Distrito Alcaraz 1° el “Almacén Ridruejo”, en el km 39 de la ruta 6, Departamento La Paz, Provincia de Entre Ríos.

“La cultura entrerriana tiene en sus entrañas una reserva de material histórico vivo, ‘los almacenes de campo’”.

El viejo almacén de campaña, reflejo de un tiempo lejano, donde prácticamente todo estaba ahí, y sigue estando. Con el mismo empeño de sus dueños, hoy, sus descendientes.

Estampa de tiempos que no volverán, el viejo edificio posee un frente de chapa y techo a cuatro aguas, un espacio verde que fusiona vegetación diversa, un patio enorme desde donde se puede observar una laguna y animales que circulan por el predio y que, ante la mirada atenta del visitante, se acercan  entusiastas, como si respondieran a esa presencia humana que los admira. Exquisitas pinceladas de la vida de campo…

“Yo iré imaginariamente
pidiendo “fiao” un recuerdo,
desandando el tiempo lerdo
de un ayer de buena gente,
y cuando diga… ¡presente!
en la puerta de tu casa
se le ha de prender la brasa
al fogón del corazón…
y habrá nostalgia en montón
envuelta en papel de estrasa”.

 
(Darío Lemos)

“Hay algo inexplicablemente perfecto en la naturaleza”.
“La próxima vez que mires a los ojos de un animal, mira profundo y largo. Verás su belleza interior y sentirás su alma interior.” (Anthony Douglas Williams).
Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría” (Proverbio árabe). Por eso, los libros están ahí, desde épocas inmemoriales; y el Almacén, fortuitamente, siempre ha tenido un espacio para ellos.

Parada obligada de viajeros, que ahí encontraban provisiones indispensables para seguir su, probablemente, largo recorrido por tierras entrerrianas, por motivos familiares a veces, de trabajo otros, la búsqueda de nuevos rumbos quizás, sin saber muchas veces qué jugadas el destino les tendría preparadas.

Los estantes, e intactos sobre ellos, botellas, frascos, latas, carteles, testigos del sacrificio de lugareños que han luchado para forjarse un buen pasar.

Y allí se detenían, en ese espacio social en el que seguramente se encontrarían con otros transeúntes, con intenciones similares, o con paisanos de campos cercanos que al finalizar el día, y antes de regresar al hogar, pasaban por el almacén, y más allá de adquisiciones, no faltarían las conversaciones interminables, con una buena bebida de por medio, los relatos del deambular por quien sabe cuántos caminos e, indefectiblemente, el mazo de cartas que alguien casi sin preguntar comenzaba a barajar.

La caja registradora, con teclas y manija, tuvo una gran época; y la balanza con plato, de enorme utilidad antes, cuando predominaba “el suelto”, y todo pasaba por esa bandeja.

Abrió sus puertas en el año 1933, cuando el abuelo español, Juan Ignacio Ridruejo, y su señora, Petrona Martínez, emprendieron este proyecto, en tiempos en que el camino era de tierra, los campos estaban muy poblados, y los carros y sulkys, o los  caballos, eran el medio de transporte de todos. Nueve décadas han pasado, y el almacén jamás suspendió su andar.

Una mesa larga y preparada para recibir al visitante, quien hasta estos días puede degustar delicias de la cocina casera.

“Demorate aquí
En la luz mayor de este mediodía
Donde encontrarás, con el pan al sol
La mesa tendida…”

 
(César Isella)

El interior del “Almacén Ridruejo” conserva, como si se tratara de un enorme museo, miles de objetos que, en épocas lejanas eran imprescindibles en el ámbito doméstico, alimentos, vestimenta, particularmente la típica ropa de campo, artículos de bazar, de ferretería y hasta algunos muebles. Además, un sitio de fotografías, que reflejan la historia familiar, la presencia de cada integrante de esa familia con todas sus manifestaciones tradicionales.

Don Juan Ignacio Ridruejo y Doña Petrona Martínez Arredondo, los abuelos de Julio y María Luisa Ridruejo, los precursores, quienes dejaron sus huellas desde las cuales hoy sus nietos continúan el camino.

“Las tradiciones tienen el valor adicional de crear continuidad dentro de la familia”.
 
(John Maxwell)

El viejo farol que tantos años ha resistido, firme perdura, hoy convertido en un invaluable tesoro.

Con enorme amabilidad, con actitudes propias de quienes han heredado ese trato

tan ameno y cordial del mundo rural, don Julio Ridruejo y su hermana nos dieron la bienvenida, nos contaron parte de su exquisita historia, secretos de objetos que llevan, debidamente dispuestos, muchos años en esos preciados estantes, y que la familia luce con orgullo.

“La cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir”.

Una postal significativa que refleja la identidad familiar: el Sr. Juan Ridruejo -el mayor de los hijos de Ramón- y sus deseos de permanecer en el Almacén, junto a gratos recuerdos que colman su alma.

Su fundador permaneció al frente del negocio hasta la década del 60, con ayuda de uno de sus hijos, Ramón, quien quedó a cargo hasta su fallecimiento en el año 1991. Desde ese momento y hasta el presente, lo hacen dos de sus hijos, Julio y María Luisa.

Presencia interminable de elementos que han escrito la historia de una época, porque cada uno lleva un sentido, ha cumplido una función.

“Si hasta percibo el olor
a café recién molido,
a fideos tipo nido,
junto con yerba y harina,
que se llevó una vecina,
como parte de un pedido…”

 
(Vicente Casasco)

Nos explicaba Don Julio Ridruejo que eran varios los “boliches” en la zona, pero con el paso de los años, con el éxodo de muchos habitantes del lugar, como en tantas regiones de nuestra provincia, cuando la gente optó por nuevos caminos, fueron cerrando. Solo ellos permanecen, al cuidado del legado familiar.

La sabia naturaleza, con colores, aromas y sonidos, enmarca este mágico espacio donde pasado y presente se conjugan para seguir la vida.

El “Almacén Ridruejo”, emblemático espacio que mucha historia atesora, que si bien debió adaptarse a los tiempos que corren, un anecdotario sublime, un rico caudal de costumbres y tradiciones, posee. Y una familia que, en el despoblamiento rural, eligió quedarse, mantener, con la misma pasión, tanta riqueza cultural que comparte con alegría, con entusiasmo, mientras con el compromiso de siempre, sigue desarrollando tan relevante tarea.

Integrantes de la Familia Ridruejo, junto al contingente del que felizmente formamos parte, y al que estamos muy agradecidos.

Agradecimientos:

Al Licenciado Roberto Jara, por la organización de la excursión; al Sr. Julio Ridruejo y a la Sra. María Luisa Ridruejo, por su cordial atención y por haber compartido con nosotros valiosa información sobre el pasado y presente del “Almacén Ridruejo”.

Texto y selección de fotografías: Prof. Nélida Claudina Delfin