Tres poemas inéditos y uno tomado del libro Virgen de proa (2015) de Alejandro Ernesto Bekes nos invitan a recorrer la íntima relación entre un hijo y su madre: desde la ternura de las historias compartidas, colmadas de recuerdos y emociones, hasta los silencios cargados de profundas palabras indecibles, quizás por inenarrables vivencias de un pasado de dolor.
Este lazo singular, fuente inagotable de inspiración, ha nutrido la obra de innumerables autores y ha dejado una huella indeleble en la literatura universal.

Escrito en el año 2021, este poema Bekes recuerda uno de los últimos momentos junto a su madre moribunda (muere en el 2020). En esa escena de despedida, ella le cuenta fragmentos de su infancia —“las mañanas de tu infancia / en el campo, en la casa de unas primas”—, y ese relato se convierte en un último acto de comunicación entre ambos, un lazo entre vida y muerte.
El hijo, conmovido, percibe en el brillo de su mirada una juventud recobrada, una vida anterior que él apenas puede imaginar. En un instante de revelación poética, la ve como si fuera una niña, “una de mis hijas”, fundiendo las generaciones: madre e hija, abuela y nieta, todas unidas en la continuidad de la vida y la memoria.
Sin embargo, esa epifanía está marcada por la inminencia de la muerte. El hijo comprende que su madre se lleva con ella todo un universo interior: “las caras y su enigma”, “los colores sutiles”, “la música inasible”, “la miel crepuscular”. Es decir, los recuerdos, las emociones y los matices de una existencia que solo ella conocía.
En los últimos versos, la conciencia del hijo se vuelve dolorosamente humana: la imposibilidad de saber. No sabrá nunca qué pensaba su madre realmente de él, ni qué quiso decir y calló. El poema culmina en un símbolo poderoso: el tango “Madreselvas en flor”, que hacía llorar a la madre y que encierra el misterio de su emoción.

El poema “A Hilda” (escrito en febrero de 2025) es a la vez un acto de duelo y de amor, la persistencia de la voz materna más allá de la muerte, símbolo de la memoria, el amor y la continuidad espiritual. Él se dirige a su madre, evocando su presencia en los gestos cotidianos y en los sonidos del mundo. La voz materna se convierte en metáfora de la eternidad del vínculo, resonando más allá del tiempo, de la muerte y del olvido.

Este poema (escrito en el año 2024) pone en evidencia que, aunque la vida le haya dado “veinte años de amargura”, la madre elige agradecer. Su gesto final —dar las gracias y bendecir— revela una nobleza espiritual que trasciende el sufrimiento. El deseo de morir en su casa como símbolo del retorno al calor del hogar y el amor el hasta el final: El “as de corazones” —una metáfora bellísima— representa la reserva última del amor. La madre, aun en el límite de la vida, “guarda en la manga” ese gesto final: la gratitud, el amor como triunfo sobre la muerte.

El poema aborda el misterio de la maternidad como un acto de entrega total, donde dar la vida implica también comenzar un proceso de muerte. La figura de la madre aparece idealizada, pero no en el sentido sentimental, sino como símbolo de sacrificio, transitoriedad y amor absoluto.
El hijo se dirige a ella desde un espacio de dolor y lucidez, reconociendo tanto la belleza como la tragedia que encierra su condición.
El cierre es de una belleza dolorosa. La expresión “siguiendo el fácil hilo de las preposiciones” denota que el poeta intenta aferrarse al lenguaje —a la estructura misma de las palabras— para no perder el contacto con la madre.
Pero aun así, escribe “sin tocarte, mirándote partir”: la separación es irreversible.
La última línea encierra el sentido profundo del poema y de la existencia misma:
“Ser madre es dar la vida y empezar a morir.”
Para finalizar
En estos cuatro poemas, Alejandro Bekes nos conduce al corazón del vínculo más profundo: el que une a un hijo con su madre. A través de una palabra serena y dolida, el poeta convierte la memoria en un espacio sagrado donde conviven la ternura, la pérdida y la gratitud.
Desde revistaalmas.com quisimos rendir un homenaje a todas las madres a través de la sensibilidad y la profundidad de la palabra poética de este gran autor. ¡Feliz día!
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