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21 de noviembre de 2024

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Lee desde otra perspectiva

En la sangre, Eugenio Cambaceres

El pobre como personaje en la literatura: en la figura del inmigrante y en la novela naturalista

Esta página tiene como objetivo exponer diferentes lecturas sobre obras y autores de todos los tiempos realizados tanto por especialistas como por asiduos lectores. En esta ocasión presentamos el análisis de la controversial temática de la novela “En la sangre” que fue realizado por la Licenciada María Isabel Banchero. Al principio explica desde dónde realizó el abordaje de la problemática planteada en la obra y , luego de una reseña, realiza un interesantísimo análisis que permite interpelarnos sobre nuestras conductas y posturas dentro de nuestra sociedad en relación con “el otro”. Nota de la revistaalmas.com.

Abordaje de la problemática

Para la elaboración de este trabajo, se optó por profundizar el estudio de algunos conceptos/ problemáticas o “realidades sociales” (Adela Cortina, 2017) como la aporofobia (y también la xenofobia y la heterofobia) que fueron abordados en el presente análisis. Se utiliza a la literatura como recurso o medio para ponerlos en discusión y se focaliza en la figura del inmigrante, por lo que, se trabaja con una novela naturalista, En la sangre, de Eugenio Cambaceres, como material de análisis y las lecturas teóricas como guías para la reflexión. En esta novela, “Cambaceres desemboca en una furiosa xenofobia, en un odio declarado contra la `baja inmigración` (Genaro) que corrompe y degenera los valores…” (Avellaneda, 1968: 514).

De acuerdo con Cortina, resulta fundamental tratar estas problemáticas, identificarlas y darlas a conocer en el ámbito o área educativa que nos desempeñemos, porque, como es imposible señalarlas físicamente, “necesitan nombres que nos permitan reconocerlas para saber de su existencia, para poder analizarlas y tomar posición ante ellas” (p. 18).

A partir de las lecturas (literarias) propuestas, el intercambio verbal, la reflexión y el análisis de los textos (teóricos) sugeridos se pretende, tal como se menciona en la misma bibliografía de Adela Cortina, colaborar con “la construcción de la igualdad desde la educación y desde las instituciones” (p.24). Por esta razón, este trabajo podrá ser compartido con alumnos de diferentes edades de la educación secundaria o superior. De este modo, ellos contarán con un ejemplo de análisis para luego efectuar una lectura crítica de esta y otras obras literarias, y podrán sustentar sus trabajos, sus apreciaciones con los aportes de Cortina, Bauman, Butler, entre otros.

La literatura a fines del siglo XIX y comienzos del XX: el Naturalismo. El pobre como personaje en la literatura/ La imagen del inmigrante en la novela naturalista

La intención de este recorrido es abordar la imagen del pobre como personaje en la literatura y se focaliza en la figura del inmigrante, es decir, cómo el áporos (Cortina, 2017) y el extranjero/el inmigrante fueron presentados en la literatura argentina, especialmente por algunos de los autores de la llamada Generación del ´80 en sus novelas naturalistas. Estos escritores, en su gran mayoría seguidores del Naturalismo europeo de E. Zola, a través de sus textos, manifestaron su rechazo a la inmigración (y, por consiguiente, al pobre) por considerarla una amenaza para la sociedad criolla de ese entonces. Para analizar esta cuestión, recuperamos información del contexto en que se dio el proceso inmigratorio en Argentina a mediados (y a finales) del S. XIX y principios del XX. También, abordamos los principales postulados del movimiento que se conoce como Naturalismo para comprender desde dónde se posicionaban los escritores y lo que pretendían reflejar en sus obras, y lo que criticaban a través de ellas. Centramos la atención en los tópicos de la herencia y la sangre como cuestiones determinantes en el inmigrante, en el pobre, según la perspectiva de Eugenio Cambaceres, reflejada en su novela En la sangre. En esta lectura se podrá ver que los inmigrantes son los “extraños llamando a las puertas” (Bauman, 2016):

 Los extraños tienden a causar inquietud precisamente por el hecho mismo de ser “extraños”, es decir, aterradoramente impredecibles, a diferencia de las personas con las que interactuamos a diario y de quienes creemos saber qué esperar; pensamos entonces que la afluencia masiva de tales extraños tal vez haya destruido cosas que nos son muy preciadas, y que esos recién llegados tienen toda la intención de mutilar o erradicar nuestro estilo de vida, ese que nos resulta tan consoladoramente familiar. Nosotros tendemos a dividir a esas personas con las que estamos acostumbrados a convivir en nuestros vecindarios, en las calles de nuestras ciudades o en nuestros lugares de trabajo, entre amigas y enemigas… (Bauman, 2016, p. 15).

Breve reseña de En la sangre

La novela de Eugenio Cambaceres fue publicada en 1887, en el diario Sud América, en forma de folletín. En ella se puede advertir el sentimiento de rechazo hacia las masas de inmigrantes que llegaban a Argentina; representaban una amenaza para la forma de vida de los sectores más tradicionales del país. En la obra se pueden reconocer rasgos naturalistas. El tema de la herencia se presenta en el título y resume su idea central: lo que se hereda no se puede modificar.

Además de la herencia familiar como condicionamiento fatal, aparece la influencia del medio. Genaro, el protagonista, un personaje degradado, hijo de un inmigrante italiano que, a fuerza de deshonestidades, intenta ganar un lugar entre lo más alto de la sociedad. El autor busca denunciar a los inmigrantes pobres como portadores de un estigma del que no podrán deshacerse y corromperán o llevarán a la ruina, en este caso, a los criollos.

Las novelas de Cambaceres fueron leídas, “pero comentadas con gestos de asco y rechazo sobre todo por los que se suponían retratados en sus páginas” (Ara, 1979: 16).

Una posible lectura y su análisis

El protagonista de la novela En la sangre de Cambaceres es Genaro. Considerando los conceptos de heterofobia, xenofobia y aporofobia, se reflexiona acerca de qué imagen se nos presenta de este personaje en vínculo con su origen humilde y siendo hijo de padres inmigrantes. De acuerdo con las lecturas teóricas, Genaro es el otro, el diferente; es el forastero, el extraño, el pobre y la amenaza.

La gente prefiere a los que tienen su mismo aspecto y hablan como ellos

Genaro es hijo de un extranjero, un italiano pobre, que se había instalado en Argentina con su mujer y trabajaba de taxista. Siguiendo a Cortina (2017), en cuanto a los inmigrantes, “… no parece que sea el extranjero, por el hecho de serlo, el que produce rechazo. Tal vez genere inseguridad en el trato, porque la diferencia de idioma y costumbres resta esa familiaridad que se tiene con los de igual lengua y tradiciones, pero no parece generar aversión y rechazo” (p.21). En la misma bibliografía, se puede leer que “la xenofobia, el miedo a los extranjeros. Es algo completamente natural. La gente prefiere a los que tienen su mismo aspecto y hablan como ellos; aunque sea algo despreciable, es corriente sentir aversión por los foráneos. Nuestras políticas sociales trabajan para que las ideas más ilustradas de la humanidad arraiguen y superen los impulsos más bajos de la naturaleza humana. Somos una sociedad flexible y podemos mejorar si nos comprendemos mejor “(Eagleman, 2013, Citado en Cortina, 2017, p. 61).

Es importante detenerse en cuanto a lo que se pretendía comunicar con esta novela en la época en que fue publicada. Cambaceres “pensaba que la exhibición sencilla de las lacras que corrompen el organismo es el reactivo más enérgico que contra ellas puede emplearse” (Ara, 1979: 21). En vínculo con la idea del autor, Cortina (2017) plantea que, “en todos los casos, quien desprecia asume una actitud de superioridad con respecto al otro, considera que su etnia, raza, tendencia sexual o creencia […] es superior y que, por lo tanto, el rechazo del otro está legitimado” (p.18).

 En el título de la novela ya se ofrecen los primeros indicios acerca de hacia dónde se pretende dirigir su lectura. El título ya es significativo para iniciar el análisis: “El autor integra la figura de Genaro con todo el peso de una herencia que lo hace torpe, envidioso, avaro, sensual, ambicioso, astuto, indiferente en amor, calculador, inclinado al lujo y a la ostentación” (Ara, 1979, p. 23).

La novela comienza con la descripción del rostro del padre de Genaro: “De cabeza grande, de facciones chatas, ganchuda la nariz, saliente el labio inferior, en la expresión aviesa de sus ojos chicos y sumidos, una rapacidad de buitre se acusaba” (Cap. I). Además, se agregan detalles de su apariencia física y la vestimenta. Aquí habría que pensar sobre qué imagen se nos presenta de este hombre y por qué se elige empezar con él la novela en vez de Genaro. ¿Pues en él es donde comienza todo lo que ocurrirá luego con Genaro? ¿Por qué se describe su cabeza, su rostro particular, su vestimenta raída? En este sentido, una idea interesante para introducir en este trabajo es la que Butler toma de Lavinas, la noción de “rostro” “para explicar el modo como el otro nos demanda moralmente – una apelación moral que no pedimos ni somos libres de rechazar-“(Butler, 2004, p. 166).  En ese sentido, el lector no debería quedarse con una sola lectura esa imagen y de lo que, haciendo un recorte, el autor intentó comunicar. A partir de una observación más detallada, una mirada más profunda, poder ver que “el `rostro´ describe la espalda humana, el cuello extendido, los omóplatos estirados como `resortes`. Y luego se dice que estas partes del cuerpo lloran, sollozan y gritan como si fueran un rostro […] El sonido que proviene del rostro o que lo atraviesa es de agonía, de sufrimiento” (p. 168).

Es importante poder apreciar que,  para Levinas, “lo humano no está representado por el rostro” (Butler, p. 180). Hay que leer de manera adecuadamente ese rostro, porque, por ejemplo, de manera equivocada “se personifica el mal por medio de una cara. Entre ese mal ostensible y el rostro se afirma cierta equivalencia. Dicha cara es malvada, y el mal que esa cara es se extiende a un mal que corresponde a los seres humanos en general…” (p. 181). Debe quedar claro que “esa cara que se retrata como capturada por el mal no es precisamente un rostro humano” (p. 181).

Renglones después se describe a una mulata como zaparrastrosa. Si se hace una comparación entre el modo en que se muestra al padre de Genaro y a esta mujer, con ella se ha sido más cruel. Sin embargo, ambos aparecen en el mismo ámbito; los dos pertenecen al mismo barrio; los dos son presentados como pobres. Cortina (2017) expresa que no se rechaza tanto a los extranjeros como a los pobres. Es así que, para evidenciar esta realidad, construyó el término “aporofobia”. Menciona que“… resulta urgente poner nombre al rechazo al pobre, al desamparado, porque esa actitud tiene una fuerza en la vida social que es aún mayor precisamente porque actúa desde el anonimato. Justamente porque su realidad incontestable no tiene una existencia reconocida, no se la puede desactivar” (p. 24).

La escena siguiente tiene que ver con el parto de la mujer del tachero; es decir, el nacimiento de Genaro. También es importante detenerse en la descripción que se hace del niño: “Así nació, llamáronle Genaro y haraposo y raquítico, con la marca de la anemia en el semblante, con esa palidez amarillenta de las criaturas mal comidas hasta cumplir los cinco años” (Cap. II). De este modo, se presenta a Genaro. Desde su nacimiento, y durante sus primeros años, será un niño marcado por la pobreza, el hambre.  Genaro es parte de aquellos “… a quienes los demás seres humanos niegan respeto, atención y reconocimiento, son relegadas […] a esa condición de “último del todo”, condenados a quedar siempre por debajo de la nota de corte de miembros rescatables de la sociedad, sin esperanza […] de redención o huida de ese estado” (Bauman, 2016, p. 18).

Desde sus primeros años, su padre comenzó a ordenarle que anduviera en la calle, que rondara las zonas donde frecuentaban los ricos para que obtuviera algo que traer a su casa: “Hecho desde chico a toda la perversión baja y brutal del medio en que se educa” (Cap. II). Acá es importante señalar la idea que se desprende de esta cita: Genaro será el resultado de ese modo de obrar; será condicionado/ determinado por el medio en que circula. Genaro robaba en pandilla a la salida de los teatros, por ejemplo. Aunque se lo describe como audaz ladrón, se destaca su valentía: era el primero en enfrentar el peligro, se menciona. Genera tristeza pensar que ese niño en vez de pasar su niñez jugando con otros chicos e ir a la escuela, debe salir a robar mandado por su padre. 

Tiempo después, Genaro cree que su suerte cambiará, porque su padre consigue abrir una hojalatería, sin embargo esto no sucede. Su progenitor “no alteró por eso en lo mínimo su régimen de vida. Las sevicias, los golpes, los azotes a su hijo siempre que tenía este la suerte de volver con los bolsillos vacíos; los insultos, los tratamientos brutales en la persona de su mujer…” (Cap. III).  Una niñez marcada por la violencia, además de las carencias que debía soportar.

Por otro lado, su madre reclamaba una mejor vida para su hijo; deseaba que fuera a la escuela, porque de ese modo se forjaría otro futuro. Pero, para el padre de Genaro, la escuela solo significaba más gasto y que el joven perdiera tiempo en conseguir algo que traer a la casa. Además, a él tampoco lo habían mandado a la escuela. A pesar de la negativa de su marido, su esposa se las arregla para poder ahorrar algo de dinero y le compra ropa para que Genaro pudiera ir a una escuela. El esfuerzo de la madre por darle oportunidades a su hijo es constante y lo único que se podría resaltar como positivo en la vida de Genaro. Al respecto de los inmigrantes y sus desdichas, Bauman (2016) expresa que “esos nómadas […] nos recuerdan de manera irritante, exasperante y hasta horripilante la (¿incurable?) vulnerabilidad de nuestra propia posición y la fragilidad endémica de ese bienestar nuestro que tanto nos costó alcanzar” (p. 21).

Cumplido los diez años de edad de Genaro es cuando su padre fallece. Para su velorio y sepultura aportan todos sus vecinos. Todos se unen sin que se les pida colaboración; un principio de solidaridad se activa de manera espontánea. Siguiendo a Bauman (2016), este autor dirá que “la humanidad está en crisis y no hay otra manera de salir de esa crisis que mediante la solidaridad entre los seres humanos” (p. 24).

 Al parecer, lo ubicaron en los sepulcros de las personas más humildes:   “…Lo de atrás del cementerio, la maciega alta y tupida de la tierra donde los pobres se pudrían” (Cap. V). Es cierto que también en los cementerios se puede ver la diferenciación que se hace entre las familias acomodadas, con sus majestuosos panteones, y las personas que apenas pueden pagar un lugar donde sus seres queridos descansen en paz; inclusive hay cementerios para los que más tienen y están aquellos que solventa en gran parte el estado y el socio abona una cuota mínima, si es que efectúa algún pago. Hasta en este momento (y lugar) se marca quién es o ha sido pobre y quién no.

Una vez que el padre de Genaro fallece, no pasa mucho tiempo para que apareciera alguien y quisiera aprovecharse de lo poco que había dejado el hojalatero. Un agente de negocios judiciales quería beneficiarse de la ingenuidad de su esposa y de la pequeñez de su hijo, como lo suelen hacer con las personas más humildes e ignorantes. Aprovechándose de su vulnerabilidad, los manipulan para quedarse con lo poco que tienen a cambio de una mezquina suma de dinero. Sin embargo, la mujer se toma su tiempo para pensar y no acepta la sugerencia de este hombre: “Bien sabía ella que no en cualquiera podía fiarse en el día de hoy. ¡Estaba tan de una vez degradada la profesión, y a los pobres sobre todo, los estiraban de un modo cuando tenían la desgracia de caer mal!… (Cap. VI).

Luego de librarse de este agente, la viuda recurre por consejo al abogado de la casa en la que trabajaba. En él podía confiar. Y es con él que Genaro conseguiría su primer trabajo; lo toma de escribiente. Este hombre le resuelve el asunto de la sucesión a la viuda y ella logra obtener algo de dinero por la venta de la hojalatería con el que compra una casa: “…Feliz de esa felicidad de los humildes en presencia de la vida material, del pan asegurado, al saber que no pesa ya sobre ellos la amenaza de la miseria…” (Cap. VII).  De este modo, ambos consiguen cierta tranquilidad, pues tienen dónde vivir y esta vez estarán solos, no deberán compartir su hogar con otras personas. Y también podrán comprar su ración diaria para alimentarse sin necesidad de que el niño salga a mendigar o a robar. Esta madre “…abrigaba secretamente una ambición, soñaba con hacer de su hijo un señor, un rico que anduviese, como los otros, vestido de levita…” (Cap. VII). El abogado que la ayudó le sugiere que inscriba a Genaro en un colegio y que también trabaje con él.

 Como toda madre, esta mujer añora un futuro cómodo para su hijo. Aunque puede llamar la atención el deseo de que sea rico. Tomando el consejo, lleva a Genaro al colegio. En este escenario comienza otra etapa de Genaro, pero no tan distinta a la anterior. Se esfuerza por ir al mismo nivel que sus compañeros e integrarse al grupo, pero es rechazado y sufre humillaciones. Cortina (2017) manifiesta que “… el mundo de las fobias empieza a encontrar aquí su raíz: rechazo de los extraños, rechazo de los que perturban la vida y pueden traer problemas. A mi juicio, la aporofobia tiene aquí su raíz biológica, en esa tendencia a poner entre paréntesis lo que se percibimos como perturbador” (p. 73).

Además de él, entre sus compañeros, Genaro puede reconocer que “había […] otros pobres, acusando una pobreza franciscana en sus personas, de ropa lustrosa en los codos y agujeros en las rodillas” (Cap. VIII). Esto le brinda cierto alivio y le da esperanza; no es el único pobre en ese lugar.

Más allá de sus intentos por querer concentrarse en la clase, a él le atraían otras cosas: “Tenían los bancos profundas incisiones: desvergüenzas de los estudiantes, cortajeadas en la madera con ayuda de sus navajas de bolsillo; otras escritas o garabateadas con lápiz en la pared […] insolencias, injurias contra maestros…” (Cap. VIII). Se imagina hacer lo mismo con sus amigos de la pandilla.

Una de las humillaciones consistió en que lo rodearon, insultaron y golpearon: “…Se reían ahora, descaradamente se burlaban de él, se le echaban encima, lo empujaban o, haciéndose los distraídos, le pisoteaban los pies” (Cap. VIII). A pesar de este destrato, intentó seguir estudiando, pero pronto vio que no era lo que su ser deseaba. Comenzó a mentirle a su madre y a escaparse de las clases: …Cinco años perdidos por Genaro en las aulas de estudios preparatorios […] ¡De loco, de zonzo iba a ponerse a estudiar él, a romperse la cabeza!…” (Cap. IX).  No encontraba motivación alguna. “Pero, aún en medio de los placeres de esa vida libre y holgazana, no dejaba de tener Genaro horas de amargo sufrimiento…” (Cap. IX). Es decir, a pesar de  engañar a su madre como mejor le convenía, haber vuelto a sus andanzas y disfrutar de momentos de picardía y hurtadillas, no lograba sentirse pleno.

En algunas de sus andanzas, al cruzarse con algunos antiguos vecinos y cuando lo reconocían como hijo del tachero, se hacía el distraído. No le agradaba que supieran que era un ladrón y mucho menos que sí era hijo del italiano que supo trabajar con su taxi.  A pesar de su oposición, este apodo le quedó por sobrenombre y con ello una carga emocional/psicológica que lo irían dañando: “Lastimado, agriado, exacerbado a la larga, esa broma pueril e irreflexiva, esa inocente burla de chiquillos, había concluido, sin embargo, hora por hora repetida con la cargosa insistencia de la infancia, por determinar un profundo cambio en Genaro, por remover todos los gérmenes malsanos que fermentaban en él” (Cap. X).  Se deja en claro que el joven Genaro se avergüenza de sus orígenes y por más que lo intente no puede renunciar a lo que lleva en su sangre. Además, lo que heredó solo resulta negativo; no se menciona ningún aspecto que Genaro pueda tomar y encontrarle otro sentido a su vida. Se lo puede hallar en la cita siguiente: “Y víctima de las sugestiones imperiosas de la sangre, de la irresistible influencia hereditaria, del patrimonio de la raza que fatalmente con la vida, al ver la luz, le fuera transmitido, las malas, las bajas pasiones de la humanidad hicieron de pronto una explosión en su alma” (Cap. X). Esto se podría vincular con la idea de que “la expulsión de lo distinto pone en marcha un proceso destructivo totalmente diferente; la autodestrucción. En general impera la dialéctica de la violencia: un sistema que rechaza la negatividad de lo distinto desarrolla rasgos autodestructivos” (Byung – Chul, 2017, p. 10).

Se insiste en el peso que lleva Genaro al ser hijo del inmigrante; de la vida que este le dio y del presente que le toca vivir arrastrado e inhabilitado por ser hijo suyo: “¿Por qué el desdén al nombre de su padre recaía sobre él, por qué había sido arrojado al mundo marcado de antemano por el dedo de la fatalidad, condenado a ser menos que los demás, nacido de un ente despreciable, de un napolitano degradado y ruin?” (Cap. X). Al respecto, Cortina (2017) expone que “… el rechazo al pobre degrada a quien lo practica y es un atentado cotidiano contra la dignidad de personas concretas, con nombres y apellidos. No contra la dignidad humana, que es una abstracción, sino contra la dignidad y el bienestar de las personas de carne y hueso que sufren rechazo” (p.25).

Genaro odiaba ser objeto de la burla de sus compañeros, maldecía ser hijo del tachero. Deseaba suprimir su pasado y librarse de esas humillaciones. Según Cortina (2017), “este es el caldo de cultivo, biológico y social, de la aporofobia, de la aversión hacia los áporoi, hacia los que no tienen nada bueno que ofrecer a cambio. […] Se les trata como una vergüenza que hay que ocultar” (p. 81). Él había inventado otra historia y trataba de ocultar su origen pobre. Sin embargo, hubo alguien que se encargó de contarlo. Por consiguiente, deseaba vengarse del canalla que lo había delatado. “…La idea de que no llegaría jamás a cambiar su situación, de que sería eterna su vergüenza, la humillación que día a día le hacían sentir sus condiscípulos, de que siempre, a todas partes llevaría, como una nota de infamia, estampada en la frente el sello de su origen llenaban su alma de despecho, su corazón de amargura” (Cap. X). Quería librarse de todo esto.

En un momento de sensatez, se podría decir, ve que el único modo de salvarse sería a través del estudio. Es así que se consagró a la tarea de alumno y se alejó de sus amigos de parranda. A pesar de irle bien en sus estudios, ubicarse al mismo nivel académico que sus compañeros, no lograba sentirse plenamente bien: “Otra especie de sufrimiento, acentuando en él cada vez más sus ingénitas tendencias, sordamente lo minaba: la emulación, la envidia, el despecho de reconocerse inferior a otros” (Cap. XI). Por más que intentara progresar (a través del estudio), no podría, porque lo que llevaba en su sangre, en su ser no se lo permitiría. El inmigrante, el pobre no pueden estudiar, no puede aspirar a una carrera, porque ya están condenados a seguir siendo pobres e ignorantes. Ese es el mensaje.

Al aproximarse el día de la prueba final en el colegio, se le presenta la oportunidad de estar frente a los exámenes. Veía que sus compañeros se las arreglaban para frecuentar lugares de distracción y él no podía darse ese privilegio. Sentía que no podría prepararse a tiempo y esto lo hacía sentir inferior, pues creía que ellos lo superaban en inteligencia: “… Momentos de intolerable hastío, de desaliento profundo en el ánimo de Genaro” (Cap. XII). Recuperando a Bauman (2016), las personas como Genaro, “siendo, como son, reiteradamente ridiculizadas, reconvenidas y censuradas […] se sienten ofendidas y oprimidas por ese envilecimiento y esa negación […] y son también, al mismo tiempo, reprendidas, avergonzadas y humilladas por el tribunal de su propia conciencia a raíz de su evidente impotencia para igualarse con aquellas que están por encima de ellas” (Bauman, 2016, p. 18).

Tenía ganas de dejar todo e irse; de no seguir intentando, pues vivía fracaso tras fracaso y se insultaba a sí mismo. Luego de ciertas contradicciones, decide tomar los programas. De este modo, consigue prepararse y destacarse en los resultados de los exámenes. Le dan una mención. Para celebrar, los estudiantes se dirigen a un bar. Lo arengan e invitan a que exprese unas palabras. Genaro entra en un estado de desesperación al comprobar que no puede hablar. Finge estar ebrio y se escabulle como escapatoria. No logra disfrutar del triunfo, se siente mal por lo que ha hecho. “Y habrá querido él no ser así…al mal” (Cap. XVI).  Se puede reconocer la puja interna, entre lo que supuestamente heredó (lo de ser ladrón, audaz, por ejemplo) y lo que añora ser.

Como una de sus pretensiones, quería vivir en las zonas donde habitaban las familias más pudientes, los criollos, “donde vive la gente decente” (Cap. XVII). ¿Qué significa ser “decente”? ¿Los pobres no lo son? Genaro no solo quería vivir en sus casas, sino también frecuentar los lugares a los que asistían; soñaba con tertulias en el Colón, por ejemplo.

Reniega de su familia; quiere deshacerse de su madre. Pero, aunque lo consiga,  se dejará en claro que, aunque elimine todo su pasado, “su mal no tiene cura” (Cap. XVII). No obstante, logra persuadir a su madre y consigue que se vaya a Italia y que además le deje dinero. En relación con esto, según Cortina (2017),“es el pobre, el áporos, el que molesta, incluso el de la propia familia, porque se vive al pariente pobre como una vergüenza que no conviene airear, mientras que es un placer presumir del pariente triunfador, bien situado en el mundo académico, político, artístico o en el de los negocios. Es la fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, a las razas y aquellas etnias que habitualmente no tienen recursos y, por lo tanto, no pueden ofrecer nada, o parece que no pueden hacerlo” (p. 21).  Esta idea se podrá apreciar en la novela En la sangre constantemente. Genaro se avergüenza de su padre, aunque este ya esté muerto,  y no sabe qué hacer con su madre, de quien se libera enviándola a Italia mediante algunos de sus ardides. Él quiere eliminar de sus recuerdos a su familia pobre, porque, de otro modo, él seguirá siendo visto como el hijo de un inmigrante pobre.

Tras librarse de su progenitora, “se dio a vivir costosamente” (Cap. XVIII). Y así agotó todo el dinero que su madre le había dejado. Lo malgastó en poco tiempo. Con esto se deja claro la ineptitud del pobre para administrarse económicamente. A pesar de no tener familiares que den cuenta de su procedencia humilde, es “una mancha su pobreza” (Cap. XVIII) de la que no puede escapar.

Posteriormente, cuando Genaro logra asistir al Colón, dentro del público, se describe a una joven. Es notable la diferencia que hace el autor en relación con la descripción que hizo antes del tachero y de Genaro. También, hay un intento por separar a Genaro de los asistentes, pues ellos pertenecen a “la sangre criolla” (Cap. XIX) y el joven a la de los inmigrantes pobres. En muchas ocasiones, en la literatura como en la vida real, alguno/as personajes/ personas aceptan a unos/as y rechazan a otros/as. Con respecto a esta contradicción, Cortina (2017) enuncia que “es imposible respetar a las personas concretas y a la vez atacar a algunas de ellas por el simple hecho de pertenecer a un grupo, sea de palabra o de obra, porque la palabra no invita únicamente a la acción de violar la dignidad personal, sino que a la vez es ella misma una acción” (p.19).

Genaro, noche a noche, fijaba sus ojos en esa muchacha. En ella veía la clave para cambiar su gris porvenir. “Había indagado… era hija de un hombre rico” (Cap. XIX). Lograr injertarse en su familia se convierte en su objetivo. “Dar con una mujer…y atraparla, ver de casarse con ella” (Cap. XIX). Este era, para él, el mejor de los estudios. Vemos cómo se persigue la idea de que Genaro prefiere “progresar” económicamente por otros medios en vez del esfuerzo o estudio.

Luego de un tiempo, al ver que no había progreso, pues no logra que la muchacha se fijara en él, empieza a seguirla; a repetir su itinerario para provocar un encuentro. Observa que le queda poco dinero en su haber y comienza a preocuparse; no quiere que la joven lo advierta, pues “pensaría que era un pobrete” (Cap. XX).

Con el correr de los días, su ambición intentaría sobrepasar los límites. No solo le bastaría con conquistar a la muchacha adinerada y frecuentar los lugares a los que las familias adineradas asistían; él “quería ser criollo” (Cap. XX).

Otra de las estrategias para acercarse a la joven y a su familia consistía en pertenecer al club, lugar donde frecuentaban solo los ricos. Para conseguirlo, vende los fondos y busca la ayuda de uno de sus antiguos compañeros de estudio. De todas formas, no consigue que lo admitan. Este fracaso lo enoja, no quería “ser tildado de gentuza” (Cap. XXI). Deseaba  imperiosamente que ningún “rastro quedara de su origen” (Cap. XXI). ¿Por no pertenecer al club, no era gente?  Aquí se pueden tomar algunas ideas de Bauman (2016) que tienen que ver con este fragmento. El autor, cuando se refiere a los inmigrantes pobres, expone lo siguiente. Estas personas “viven sometidas al sufrimiento, la degradación y la ignomia en medio de una sociedad que se empeña en marginarlas al tiempo que alardea de unas comodidades y una opulencia esplendorosas y sin precedentes” (Bauman, 2016, p. 18).

Tiempo después, casualmente, descubre dónde Máxima veraneaba con su familia. Se le ocurre fingir un desperfecto en el carruaje que se había comprado y pide auxilio al padre de la joven. Este, sin sospechar, se acerca a brindarle su ayuda. De este modo, mediante su astucia y poco a poco, logra ganar confianza en los padres de Máxima: “Allegados a la familia encontraban extraño la acogida” (Cap. XXIX).  Al respecto, en Bauman (2016), se lee que el “pánico moral” “… hace referencia a un temor extendido entre un gran número de personas que tienen la sensación de que un mal amenaza el bienestar de la sociedad” (Bauman, 2016: 9). Al advertir estos comentarios, antes de que impidiesen que su plan llegara a concretarse, planifica cómo casarse con Máxima. La incita a tener sexo, engañándola con la promesa de cuidarla. No pasa mucho tiempo y Máxima se embaraza. La presiona para que se lo cuente a sus padres; de este modo, los obligarían a casarse y conseguiría lo que tanto anhelaba: ser parte de una adinerada familia criolla. Vemos cómo no le interesa la persona de Máxima, no la respeta, la traiciona, busca que se embarace para lograr su propósito. No le importa nada más que el dinero.

El matrimonio se oficia  tal como lo había premeditado Genaro y los envían al campo para que Máxima transite su embarazo. El padre de la joven se queda en la ciudad y pronto se enferma. Genaro se ofrece a viajar y ver cómo se encuentra su suegro. Pero un propósito pergeñaba: evitar que vaya a dejar sus bienes a otros. Otra vez: no muestra interés por la persona; solo piensa en obtener rédito de la situación.

Antes de que Genaro logre ver a su suegro, este fallece. Finge ante los presentes sentirse angustiado por la pérdida. Una vez que todos se retiran, comienza a revisar toda la casa en busca de dinero y, principalmente, del testamento. Halla este documento y lo abre. Lee que su suegro ha dejado todo a su esposa e hija y a él nada. Ante este descubrimiento, se enfada. Creía que sería tenido en cuenta en la herencia. También, encuentra dinero y, sin decir nada, lo lleva a guardar al banco. De este modo, por un instante, logra calmar su hambre de dinero.

Haciendo uso del hecho de ser el esposo de Máxima, empieza a querer vender unos lotes para hacerse de más dinero. Sin embargo, especula tanto con el precio que deja pasar a varios interesados. Su ambición no le deja ver la crisis que se aproximaba y pierde ventas importantes que luego no podrá efectuar y lo llevarán a la ruina.

Piensa en un plan para engañar a Máxima y obtener dinero; no le contaría que estaba fundido. Por tal de librarse de su marido, Máxima le firma ciertos papeles. Pero ante otros pedidos similares, comienza a sospechar y se rehúsa. Genaro quiere vender la casa paterna de Máxima. No consigue su autorización, pero sí obtiene que le diera dinero.

Máxima recibe la visita de un tío. Este le informa de lo que se estaba hablando acerca de su marido y del peligro de sus bienes. Genaro acude a ella por más dinero. Ella se niega y no muestra compasión por él. En un acto de desesperación, le dice que se suicidará y se retira de la casa, pensando en que su esposa lo detendría. Pero esto no ocurre.

Lo lleva en la sangre

Se acuerda de su madre y reflexiona; ella fue la única que lo quiso y él la había alejado, porque “todo su sueño había sido el dinero…” (Cap. XLIII). En medio de sus cavilaciones, decide regresar a la casa con la intención de obligar a Máxima que le firmara un pagaré. La golpea y la amenaza con matarla. Máxima se encierra en su habitación y logra protegerse. No le es suficiente con sacarle dinero, llevar a la ruina a su esposa y con este accionar perjudicar el futuro de su hijo. Decide humillar, agredir a su esposa. Más no puede degradarse. Con esta escena finaliza la novela. De este modo, Cambaceres “habla de la astucia felina de su raza que el muchacho ha heredado y que lo sostendrá junto con su cinismo para trepar hasta la riqueza, burlando la dignidad de una mujer, para después despojarla hasta de los últimos restos de su herencia. Genaro carece de sensibilidad humana y Cambaceres lo conduce escalón tras escalón hasta lo bajo. Procede con cálculo e inflexible lógica: Genaro obedece como un mueco a su condición atávica; lo lleva “en la sangre” (Ara, 1979, p. 23)

El miedo al extranjero, al extraño y desposeído… al pobre.

En la novela En la sangre, del escritor argentino Eugenio Cambaceres, el pobre es Genaro y antes fue su padre y también su madre. Además de pobre, Genaro es hijo de inmigrante y es visto y descripto él también como inmigrante. Para poder realizar una lectura crítica de esta novela y poner en discusión las problemáticas como aporofobia, por ejemplo, fueron de gran utilidad los textos de Cortina, Bauman, Butler, etc. Claramente, en esta novela se pudo reconocer ese miedo al extranjero, al otro, al extraño y, por consiguiente, el rechazo al pobre.

Cada uno, desde su contexto, debería abordar estos conceptos para ayudar a reconocer estas problemáticas o realidades sociales que aún permanecen envueltas en un manto de invisibilidad. Pues, “una cultura moral y política, basada en el respeto a la igual dignidad de todas las personas, debería superar estas formas de discriminación cotidiana” (Cortina, 2017:24). Como en este caso, desde la literatura, fue posible reflexionar al respecto. Así como Genaro, hay varios personajes que permiten este tipo de análisis.

La propuesta sería la siguiente: “Nuestro sueño sería también el de una sociedad moralmente pluralista… Las personas podrían compartir los mínimos de justicia de sus sociedades sin tener que renunciar a sus propios bagajes culturales…” (Cortina, p. 62).

Bibliografía

Ara, G. (1979). La novela naturalista hispanoamericana. Bs. As.: EUDEBA: pp. 5 -34.

Avellaneda, A.; Jitrik, N. y Prieto, A. (1968). El naturalismo y el ciclo de la bolsa. La historia de la literatura argentina. Centro Editor de América Latina, (22), p.514.

Bauman, Z. (2016). “El pánico migratorio y sus (malos) usos” en Extraños llamando a la puerta. Pp. 9-26.

Butler, J. (2004). “Vida precaria”, en Vida precaria. El poder del duelo y la violencia. Bs. As.: Paidós.

Byung – Chul, H. (2017). “El terror a lo igual”, en La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder Editorial.

Cortina, A. (2017). “Una lacra sin nombre”, “Nuestro cerebro es aporófobo” en Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la sociedad democrática. Barcelona: Paidós. Pp.17-27/ 61-81.


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