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3 de diciembre de 2024

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El ceibo, la flor que nació entre las cenizas

“Ha florecido el ceibo, chicos, alégrense porque ya llegan las vacaciones”, nos decía la abuela…

Cada trayecto que recorremos y cada sitio que visitamos nos regalan el encanto y la belleza de la flor de ceibo, esa flor tan cara a nuestros sentimientos y a nuestras vivencias, que nos traslada a la infancia, a los dichos de la abuela, a la proximidad de las vacaciones, al patio de la escuela, a la plaza del barrio, a la frescura de ríos y arroyos, a la joven indiecita guaraní, a la maestra de segundo grado, que nos habló por primera vez de las flores nacionales, que eran tan importantes para una país como el himno, la bandera, la escarapela y el escudo. Por todo esto, la presencia del ceibo en los caminos nos hace detenernos, admirarlo y reconocer sus virtudes, como si en él admiráramos todas las maravillas de la naturaleza, toda la creación divina.

Colonia Ayuí, ceibo, río y cielo, como si se tratase de las notas del pentagrama musical, que unidos brindan la más armónica composición.

En nuestro país, la flor del ceibo fue declarada Flor Nacional, por Decreto N° 13.847, el día 22 de diciembre de 1942. Y en el año 2008 se estableció el 22 de noviembre como el “Día Nacional del Ceibo”. Coincidentemente con nuestro país, Uruguay tiene también al ceibo como flor nacional.

            Y al tratarse de nuestra flor nacional, una sensación distinta nos invade ante su presencia, como nos sucede cada vez que pensamos en la Patria.

Las flores nacionales

Las flores nacionales, igual que los símbolos patrios, representan a los países, han sido instituidas por los distintos gobiernos y están vinculadas con leyendas que explican su origen desde épocas lejanas. En la mayoría de los casos se trata de plantas nativas de esas naciones, a las que sus habitantes otorgan un significativo valor, por su belleza y utilidad, y por la historia que en torno a ellas se ha tejido, y transmitido a través del tiempo.

Lago Salto Grande, Península Soler, una de tantas imágenes que reflejan la belleza de nuestra flor nacional.

Principales características

Su nombre científico es Erythrina crista-galli. Erythros significa en griego rojo; y crista-galli, por la similitud con la cresta del gallo, también roja y de forma parecida. Su corteza es gruesa y rugosa, de color pardo grisáceo, con surcos profundos.

            El ceibo es un árbol originario de América, especialmente de Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay. Crece generalmente en la ribera de los ríos y arroyos, no obstante se lo puede encontrar en cualquier espacio verde de un determinado lugar.

En las calles de la ciudad solemos encontrar también este árbol cuya altura oscila entre 6 y 10 metros (Concordia, calle Mario Gatto, hacia el oeste).

Su madera se puede utilizar en la fabricación de productos de peso reducido; y sus flores, en la tintura de telas. Además poseen sus flores un uso ornamental, por lo que podemos descubrirlas en plazas, parques, patios, y demás espacios recreativos.

Estancia Grande, la Plaza “Juan de San Martín” luce un árbol de ceibo en su etapa de floración, que se da entre los meses de octubre hasta abril.

Cuenta la leyenda…

Las leyendas son relatos de hechos que presentan elementos fantásticos o maravillosos, que en un principio se transmitían en forma oral, razón por la cual muchas veces se iban sumando o reformando algunos de estos hechos narrados.

En relación con la flor del ceibo, no podemos dejar de mencionar la leyenda de Anahí, una joven indiecita guaraní, que vivía feliz en la selva y con su dulce voz deleitaba a quienes la escuchaban. Pero un día, en una cruel batalla contra el ejército invasor, luchó  con heroísmo y valentía cuanto pudo, hasta que fue tomada prisionera y condenada a morir en la hoguera. Los soldados la ataron a un árbol y encendieron el fuego. Al transcurrir el tiempo de dolor y suplicio, el cuerpo de Anahí fue adquiriendo la forma de una hermosa flor roja. Era la flor del ceibo, que seguramente guardaba como su mayor tesoro el alma de Anahí, quien ya era eterna y nadie podría derrotarla. Cada árbol de ceibo nos conduce al recuerdo de la dulce y valiente princesa guaraní.

En Concepción del Uruguay, bella imagen tomada en una de sus principales avenidas.

La conmovedora historia de la joven fue inspiración constante para poetas y músicos que han querido evocarla y homenajearla a través del tiempo.

Otras flores nacionales de Latinoamérica

Brasil tiene como insignia floral el ipé amarelo, un lapacho amarillo presente en todas sus regiones. Imagen tomada de: https://www.embajadadebrasil.org/brasil/acerca-de-brasil/simbolos-patrios.php
Chile, el copihue, una enredadera que puede alcanzar varios metros de longitud, y que crece en los bosques y en terrenos húmedos. Imagen tomada de: https://www.radiovalparaiso.cl/2018/09/03/copihue-cultive-la-flor-nacional/
Ecuador, una flor universal, la rosa, debido a que en el país hay varios cultivadores de esta flor.
México cuenta con la dalia como emblema floral, planta ornamental y empleada en la medicina tradicional.
 
Paraguay, el mburucuyá, también denominada pasionaria. Por su forma, se asocia con la simbología cristiana de la Pasión de Cristo.

Perú y Bolivia comparten la cantuta, o flor sagrada del inca, como símbolo floral; de llamativos colores, rojo, blanco, amarillo y violeta, que le imprimen un sello ornamental.Imagen tomada de: https://www.gob.pe/institucion/minam/noticias/542953-sabes-cual-es-la-flor-nacional-del-peru

            Mucho se ha dicho, se ha investigado, se ha escrito y se ha cantado, sobre las flores, desde la ciencia, y desde el arte, por un lado; son muchas las personas que con infinito amor las cultivan, las protegen, se comunican con ellas, por otro. Imposible no mirarlas sin admirarlas, cuando se trata de seres que sin condiciones nos regalan belleza, gracia, magia. Por ello, aplaudimos a quienes han elegido cada flor para convertirla en la flor de su país, para que quienes habitamos en él nos sintamos identificados con ese tan puro sentimiento que constituye el patriotismo.

Textos y fotografías: Prof. Nélida Claudina Delfín