Categorías

16 de septiembre de 2024

revistaalmas.com

Lee desde otra perspectiva

El Naranjal de Pereda, un pedazo de historia entrerriana

A orillas del majestuoso Río Uruguay

Visitamos las ruinas del Naranjal de Pereda, a orillas del Río Uruguay, en cercanías del Parque San Carlos, en nuestra ciudad, Concordia, ubicada al noreste de la provincia de Entre Ríos. Participamos de una visita guiada, a cargo del Sr. Paulo Tisocco, investigador de sucesos relacionados con la fundación de la ciudad de Concordia, y uno de los responsables de este sitio histórico.

            La construcción tiene la estructura típica de un castillo, con una torre mirador, y ventanas con arcos de medio punto.

Un edificio significativo para la historia de nuestra ciudad, digno de ser conocido, por su riqueza histórica, cultural y natural (Foto gentileza Prof. Paola Caputo).

Nos remitió el Profesor Tisocco hacia el año 1700, cuando el lugar era habitado por comunidades aborígenes; charrúas, guaraníes, yaros, minuanes, entre otras. Eran pueblos organizados, que se habían instalado allí antes de la llegada de los españoles, hábiles en el trabajo con piedras, hachas y puntas de flecha, además de la cerámica para uso doméstico.

“Un pueblo que no conoce su historia no puede comprender el presente ni construir el porvenir”.
 
(Helmut Kohl)

A partir de la llegada de los europeos, surgió un trabajo en forma conjunta entre los pueblos aborígenes y los jesuitas. Esta institución religiosa les enseñó a los pueblos originarios aspectos inherentes al cultivo de  la tierra. En forma conjunta construyeron en esa época la ruta de la yerba mate, que nacía en Misiones e iba hasta Buenos Aires. Eran los jesuitas los encargados de evangelizar las tierras americanas en nombre de España.

Luego de la expulsión de esta orden religiosa, hacia 1767, un grupo de familias guaraníes, españolas y criollas ocuparon estas tierras, desde el Yapeyú hasta la Estancia Grande del Yeruá.

El predio que, en otros tiempos, fue un poblamiento de comunidades aborígenes.

El lugar, calificado como el primer asentamiento, se denominó Paraje Ytú (en guaraní, salto de agua). Fue escenario de sucesos históricos, paso obligado, espacio de campamentos de diferentes tropas que circulaban por la zona con diversos destinos. Surgen, en 1769, en este sector, en una margen del río Uruguay,  el puerto de San Antonio del Salto  Chico (hoy Concordia), con fines comerciales; y en la otra, Salto, en un principio un fuerte militar, ya que debían protegerse de los portugueses que venían del norte. Contaba este espacio con un embarcadero, un oratorio, una escuela, y casitas dispersas en la zona.

“Caracoles y pájaros pintados
Te bautizaron en dulce guaraní,
Y en tus costas de verdes ondulados
Quedó la luna enredada en sarandí…”
 
(Víctor Adolfo Seri, “Río Uruguay”)

Concordia a un lado, Salto al otro, y el Uruguay, en todo su esplendor y serenidad con su noble misión de unir ambas ciudades, y proveer al hombre elementos para su sustento.

Uno de los hechos relevantes -nos explicó el Sr. Tisocco- fue la presencia del prócer uruguayo José Gervasio Artigas, en el año 1811, cuando se exilió de la Banda Oriental, junto a un numeroso grupo de personas que cruzaron el Uruguay, e instaló allí su campamento; en tiempos en que debía defenderse de los españoles, y de los porteños, por la centralización de sus acciones. Desde Entre Ríos reorganizó su lucha.

“La causa de los pueblos no admite la menor demora”.
 
(José Gervasio Artigas)

Recordemos que José Gervasio Artigas plasmó las ideas del federalismo, entre ellas se destacaba el respeto del gobierno central a las autonomías provinciales; cada provincia tendría su gobierno, su constitución, su bandera y el derecho a elegir a sus funcionarios. A partir de ahí se ganó el odio de Buenos Aires.

Parque San Carlos, homenaje al pueblo uruguayo, cuando debió dejar sus tierras ante desavenencias con el gobierno de Buenos Aires. Permaneció varios meses en la región, con diversos obstáculos que eludir, pero con la convicción clara de proteger sus derechos. (Gentileza Sr. Paulo Tisocco).

San Antonio del Salto Chico fue abandonada hacia 1821, debido a las guerras internas entre el partido federal y la guerra contra el Imperio de Brasil. Años más tarde, Don Félix Britos que se había establecido en la Estancia “Rincón del Salto”, para dedicarse a la ganadería, vendió tres leguas al Gral. Manuel Antonio Urdinarrain, quien continuó con la misma tarea; y en 1837 vendió una parte a Domingo Duarte Manzores, que había instalado su saladero en la recién creada “Villa de la Concordia”.

La historia del Naranjal de Pereda -nos refiere Paulo Tisocco- nos conduce al año 1867, cuando doña Eloísa Acosta de Bica, procedente de Uruguay, adquirió las tierras y construyó allí la mansión, estilo italianizante, y probablemente un saladero, en sociedad con el Gral. Justo José de Urquiza.

El interior de la residencia, la que pasó por varios dueños, la que fue testigo de miles de historias que seguramente se escribieron en la región.

Pasó la residencia por varias etapas y proyectos, y por diferentes propietarios. Cuando falleció Don Manuel Bica, en 1883, sus herederos vendieron la residencia y la tierra a Don Carlos Alberti, quien se estableció en el saladero. Por deudas, ese mismo año, se vendió el predio a los hermanos O’ Connor, que lo siguieron explotando.

Ya en el siglo XX, el Naranjal fue vendido a Don Celedonio Pereda, hacendado de la provincia de Buenos Aires. Por esto, el lugar fue designado “El Naranjal de Pereda”. “Naranjal”, por las plantaciones de naranjas que en la zona habían cultivado los jesuitas.

Una chimenea, completamente en ladrillo, de gran altura, había sido construida en épocas de funcionamiento del saladero; se mantiene aún, más allá de las inclemencias y del paso del tiempo.

Entre tantos planes en ese espacio, habían quedado en el camino una fábrica de conservas, de elaboración de velas y jabones; pero por distintas razones no lograron prosperar.

Ya hacia la década del 60, -nos relata Paulo Tisocco- un grupo de familias gestionó la construcción de un centro de salud mental, y aunque mucho se movilizaron por su habilitación, no pudieron conseguirla. Se cree que la negativa se debía al relieve con barrancas junto al río Uruguay, sumamente peligroso para que permanecieran cerca personas con este tipo de problemáticas.

Ala del edificio con una estructura de celdas con tabiques, que habían sido diseñadas a raíz de la planificación de un centro de atención a personas con problemas psiquiátricos.

Durante mucho tiempo el lugar quedó en estado de total abandono, y hay relatos de hechos lamentables ocurridos en esa área. Fueron pasando los años hasta que allá por el 2016, un grupo de personas decidió gestionar su limpieza, refuncionalización y posterior puesta en valor.

Se transformó en un espacio de paseo y esparcimiento; luego se iniciaron las visitas guiadas, a delegaciones escolares, y a toda persona que quisiera conocer los aspectos vinculados con este sitio histórico.

Todo gran arquitecto, necesariamente, es un gran poeta. Debe ser un gran intérprete original de su tiempo, de sus días, de su época”.
 
(Frank Lloyd Wright).

El arenal, la vegetación, el río, y en la otra orilla, una ciudad que ha crecido, Salto, que es hoy una de las más pobladas de la Rca. Oriental del Uruguay.

Estamos ante un edificio que forma parte del patrimonio histórico de la región, nos corresponde a todos cuidarlo, bregar por su conservación, exhibirlo a visitantes que llegan a la ciudad, y a concordienses que aún no han tenido la posibilidad de conocerlo; ya que es fundamental para mantener viva la memoria de otras épocas. No olvidemos que estos edificios son testimonios de la historia, y dejan una huella permanente que conforma la identidad cultural de la región. 

Vista lateral del edificio que durante mucho tiempo estuvo abandonado, y hoy se empieza a otorgar el auténtico valor que tiene, dada la magnitud de los sucesos allí acaecidos.

El patrimonio histórico juega un papel clave cuando hacemos alusión al pasado, nos ayuda a entender determinados hechos y sus consecuencias. Su preservación es responsabilidad de las autoridades del lugar, y de la sociedad toda, es nuestro legado y todos somos responsables de su cuidado y protección.

El Naranjal de Pereda nos involucra con las primeras páginas de la historia concordiense, esa que junto a tantas otras que desde aquellas épocas se escribieron, y estamos sus habitantes comprometidos a guardar en lo profundo de nuestra memoria colectiva, a mostrarla con orgullo, y a darle la significatividad que le compete.

Agradecimiento: Al Sr. Paulo Tisocco, por toda la información que generosamente nos brindó, tanto en la visita guiada como la documentación que nos compartió durante la elaboración del artículo.

Texto y fotografías: Prof. Nélida Claudina Delfin