Categorías

25 de abril de 2024

revistaalmas.com

Lee desde otra perspectiva

Paseo por un pequeño paraíso entrerriano

Quienes tuvimos la posibilidad de conocer y disfrutar del mundo rural en alguna etapa de nuestra vida hemos aprendido a amar la naturaleza con todos sus componentes y en todas sus dimensiones. El alba, el mediodía, el crepúsculo, cada instante del día tiene su magia. El sol, las nubes, la lluvia, el frío, el calor, todo nos brinda un paisaje peculiar, único, imponente. Y su gente, su compromiso con el campo, con las plantaciones y con el ganado, con la enorme cantidad de tareas que ese ámbito requiere. El orgullo con el que tantas personas viven, aprovechan y se deleitan por haber nacido y desarrollado allí su vida. Con mucha satisfacción muestran su obra, el resultado de lo construido durante toda su existencia en ese marco. Fusión de naturaleza y cultura, un poco de eso tiene este proyecto, que a través de palabras e imágenes intenta presentar registros de cuanto se ha podido ver, sentir y apreciar en cada sitio de los que vamos recorriendo. Poblados pequeños en la mayoría de los casos, con limitaciones y carencias, incomunicados en muchos casos de la urbe, pero con el arduo quehacer cotidiano que personas e instituciones han transformado en emblema de todo lo que el destino les propone.

Recorriendo pueblos y colonias

Permanecimos absortos ante la grandiosidad del paisaje que Clodomiro Ledesma nos regalaba. Un pequeño poblado que había nacido, como tantos otros, alrededor de la estación del ferrocarril, la que en cada sitio de nuestro país había tejido miles de historias, la que despertaba alegría, curiosidad, desazón, y tantas sensaciones en sus pobladores ante la llegada del tren, y su partida. Una máquina que se anunciaba a la distancia y que lograba que muchos corazones se agitaran al menos una vez al día, y sacara de la rutina a niños y grandes.

Visitar ese mágico recinto es el rito sagrado de cada recorrido por los diferentes pueblos y colonias de nuestra zona, reflejo permanente del paso del tiempo, recuerdos de tiempos de bienvenidas y despedidas. En algunos lugares ha sido transformado en oficina pública, en centro cultural o deportivo, o lo que fuere; sin embargo, en este pequeño pueblo, abandono, polvo y rieles gastados son las huellas del transitar de ese gigante, conformado por una locomotora y varios vagones, cargados de sentimientos, de sueños, de proyectos.

Ahí solo estaban las ruinas del antiguo edificio, lo que hizo que la nostalgia de ese instante se convirtiera en una amargura comparable a la de un niño al que se le ha roto o desaparecido un preciado juguete. Porque para las personas de nuestra generación, el ferrocarril es la infancia, los abuelos, la llegada de los primos, la alegría, el correteo, la ilusión y la espera.

La entrañable estación de trenes

Restos del antiguo edificio de la estación de trenes.

Nuestras posteriores investigaciones nos indicaron que se había tratado de un incendio, que había apresurado su destrucción, y nos privó de esos rastros tan significativos, por todo lo que antes habíamos vivido en estaciones de otros sitios y en otros tiempos. Solo permanecen allí la fachada y las paredes de una habitación, la que pudo haber sido su boletería.

Hacia el fondo, un monumental bosque de eucaliptos fusionaba su verdor con el cielo azul intenso, diáfano, de aquella tarde invernal. Y al costado, erguido, resistiendo implacable al paso del tiempo, “Clodomiro Ledesma”, el viejo cartel con que la entidad ferroviaria orgullosamente identificaba la localidad. Imposible no posar altivos para que alguien nos tomara junto a él una fotografía que nos permitiera registrar aquella reliquia con la que antes el ferrocarril anunciaba el nombre del paraje.

Una senda y un destino

Seguimos caminando, y entre el inmemorial edificio y la arboleda, un camino angosto, obligado probablemente para tantos transeúntes, colmado de quién sabe cuántas anécdotas, reales, imaginadas, conducía a campos y quintas que componían el lugar.

La naturaleza y un marco paisajístico peculiar

De vuelta hacia el área poblada, la gentil naturaleza nos regalaba árboles frutales, floridos jardines, que con certeza brillaban aún más por la abnegada tarea de cuidado y protección de mujeres dedicadas a cumplir una misión dentro de su hogar y su familia.

Sobre el camino de la calle que consideramos la principal, un caballo blanco, con total disimulo, espiaba nuestro andar; contrariamente, dos terneros se mostraban totalmente indiferentes y ajenos a nuestra presencia. Una calandria, sobre las ramas más altas del árbol que había elegido para posar, quizás porque la presencia del ser humano le generaba cierta desconfianza; y sobre un palo que conformaba un alambrado, la viudita blanca, o monjita blanca, ufana, desafiante casi al disparo de la cámara fotográfica.

La viudita blanca, ave pequeña, no más de 18 cm de largo.

Una vida en Clodomiro Ledesma

Avanzamos, hasta que complacidos nos encontramos con un lugareño, que soberbiamente lucía canas y arrugas y se jactaba de haber vivido allí durante toda su existencia. Con la incondicional compañía de su pequeño perro, nos habló de sus animales y de sus tareas campestres, de temporales y adversidades, que supo contrarrestar siempre a través de la lucha, de la perseverancia, de ese constante compromiso que manifiestan, en pensamientos, en frases y en acciones, aquellos que han caminado siempre detrás de un objetivo, de un proyecto para su vida y la de sus sucesores, y que jamás concebían la idea de rendirse ni disminuían su empeño y sacrificio.

Sublimes instituciones

Escuela N° 24 “El Escondido”.
Denominación impuesta por decreto el 16 de noviembre de 1956
.

Y por último, dos templos, el de la fe, la oración y la religiosidad, la capilla “Inmaculado Corazón de María Santísima”; y el de la ciencia y el conocimiento, la Escuela N° 24, “El Escondido”, pintoresca, prolija, con un verde intenso, que asociamos a la esperanza allí depositada en los niños del poblado, que hoy reciben herramientas para que, adultos mañana, puedan prolongar la obra de padres y abuelos, ahí, o en otro espacio donde la vida les permita forjar su futuro.

La capilla de Clodomiro Ledesma, “Inmaculado Corazón de María Santísima”

Dejamos el lugar con la convicción de haber hecho una buena elección cuando decidimos conocerlo; rebosante y agradecida el alma, con la promesa de un regreso, cuanto antes.

Texto y fotografía: Prof. Nélida Claudina Delfín