El título ya es significativo para iniciar el análisis: “El autor integra la figura de Genaro, el personaje principal, con todo el peso de una herencia que lo hace torpe, envidioso, avaro, sensual, ambicioso, astuto, indiferente en amor, calculador, inclinado al lujo y a la ostentación”
Por otra parte, en esta lectura se podrá ver que los inmigrantes son los “extraños llamando a las puertas” (Zygmunt Bauman, 2016, p. 15):
Los extraños tienden a causar inquietud precisamente por el hecho mismo de ser “extraños”, es decir, aterradoramente impredecibles, a diferencia de las personas con las que interactuamos a diario y de quienes creemos saber qué esperar; pensamos entonces que la afluencia masiva de tales extraños tal vez haya destruido cosas que nos son muy preciadas, y que esos recién llegados tienen toda la intención de mutilar o erradicar nuestro estilo de vida, ese que nos resulta tan consoladoramente familiar. Nosotros tendemos a dividir a esas personas con las que estamos acostumbrados a convivir en nuestros vecindarios, en las calles de nuestras ciudades o en nuestros lugares de trabajo, entre amigas y enemigas… ().
Genaro, víctima de su herencia de sangre
El personaje principal de la novela, Genaro, es hijo de un extranjero, un italiano pobre, que se había instalado en Argentina con su mujer y trabajaba de taxista.
En algunas de sus andanzas, al cruzarse con algunos antiguos vecinos y cuando lo reconocían como hijo del tachero, se hacía el distraído. No le agradaba que supieran que era un ladrón y mucho menos que sí era hijo del italiano que supo trabajar con su taxi. A pesar de su oposición, este apodo le quedó por sobrenombre y con ello una carga emocional/psicológica que lo irían dañando: “Lastimado, agriado, exacerbado a la larga, esa broma pueril e irreflexiva, esa inocente burla de chiquillos, había concluido, sin embargo, hora por hora repetida con la cargosa insistencia de la infancia, por determinar un profundo cambio en Genaro, por remover todos los gérmenes malsanos que fermentaban en él” (Cap. X). Se deja en claro que el joven Genaro se avergüenza de sus orígenes y por más que lo intente no puede renunciar a lo que lleva en su sangre. Además, lo que heredó solo resulta negativo; no se menciona ningún aspecto que Genaro pueda tomar y encontrarle otro sentido a su vida. Se lo puede hallar en la cita siguiente: “Y víctima de las sugestiones imperiosas de la sangre, de la irresistible influencia hereditaria, del patrimonio de la raza que fatalmente con la vida, al ver la luz, le fuera transmitido, las malas, las bajas pasiones de la humanidad hicieron de pronto una explosión en su alma” (Cap. X). Esto se podría vincular con la idea de que “la expulsión de lo distinto pone en marcha un proceso destructivo totalmente diferente; la autodestrucción. En general impera la dialéctica de la violencia: un sistema que rechaza la negatividad de lo distinto desarrolla rasgos autodestructivos” (Byung – Chul, 2017, p. 10).
Cambaceres “pensaba que la exhibición sencilla de las lacras que corrompen el organismo es el reactivo más enérgico que contra ellas puede emplearse” (Ara, 1979: 21). En vínculo con la idea del autor, Cortina (2017) plantea que, “en todos los casos, quien desprecia asume una actitud de superioridad con respecto al otro, considera que su etnia, raza, tendencia sexual o creencia […] es superior y que, por lo tanto, el rechazo del otro está legitimado.
Al respecto de los inmigrantes y sus desdichas, Bauman (2016) expresa que “esos nómadas […] nos recuerdan de manera irritante, exasperante y hasta horripilante la (¿incurable?) vulnerabilidad de nuestra propia posición y la fragilidad endémica de ese bienestar nuestro que tanto nos costó alcanzar” (p. 21).
La aporofobia, el miedo y rechazo a los pobres
Genaro odiaba ser objeto de la burla de sus compañeros, maldecía ser hijo del tachero. Deseaba suprimir su pasado y librarse de esas humillaciones. Según Adela Cortina “este es el caldo de cultivo, biológico y social, de la aporofobia, de la aversión hacia los απόρος, término en griego que significa pobres, hacia los que no tienen nada bueno que ofrecer a cambio. […] Se les trata como una vergüenza que hay que ocultar” (p. 81).
Él había inventado otra historia y trataba de ocultar su origen pobre. Sin embargo, hubo alguien que se encargó de contarlo. Por consiguiente, deseaba vengarse del canalla que lo había delatado. “…La idea de que no llegaría jamás a cambiar su situación, de que sería eterna su vergüenza, la humillación que día a día le hacían sentir sus condiscípulos, de que siempre, a todas partes llevaría, como una nota de infamia, estampada en la frente el sello de su origen, llenaban su alma de despecho, su corazón de amargura” (Cap. X). Quería librarse de todo esto.
Entonces, es el pobre, el απόρος (aporos), el que molesta, incluso el de la propia familia, porque se vive al pariente pobre como una vergüenza que no conviene airear, mientras que es un placer presumir del pariente triunfador, bien situado en el mundo académico, político, artístico o en el de los negocios. Es la fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, a las razas y aquellas etnias que habitualmente no tienen recursos y, por lo tanto, no pueden ofrecer nada, o parece que no pueden hacerlo”
Para leer este excelente análisis completo de la Licenciada María Isabel Banchero puedes seguir el enlace: https://revistaalmas.com/revistaalmas-com/de-autores-y-obras/
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